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martes 16 de abril de 2024

Mirar atrás

Sergio Galarza

El escritor limeño reúne sus memorias y nos las regala en forma de cuento. Siete para ser precisos. Crudos, truculentos y a la vez tiernos. Algunas formas de decir adiós, Premio Iberoamericano de Relatos Cortes de Cádiz, es un viaje sin tapujos a la infancia y a la adolescencia de Sergio Galarza.

Mirar atrás - Sergio Galarza

Algunas formas de decir adiós es muy autobiográfico… ¿es un ajuste de cuentas con el pasado?
Es un libro de denuncia y también un intento de reconciliación con el pasado, sobre todo el primer cuento. Se denuncia un sistema de educación corrupto, donde los mismos directores son los que se encargan de corromper a los chicos, como es el caso de pederastia que se cuenta. Pero a su vez permanece la amistad entre el narrador y el otro personaje, Fruno. En los otros cuentos, más familiares, me parece que se percibe ese intento por reconciliar las partes de una familia, que ha tenido desencuentros a través de los años.

¿Lo has conseguido?
Pienso que al menos en lo personal me siento satisfecho. Los libros también pueden ser una terapia y mi familia está acostumbrada a que hable de ellos. Mi madre que ya falleció me reclamaba que hablara más de ella, pero claro, mi madre era la más perfecta entonces no era un personaje tan literario como puede ser mi padre, que tiene más defectos.

«La música es lo que me ha ido educando en cuanto a mi sensibilidad»

Mochilas es un cuento muy fuerte, con historias de acosos y violencia escolar. ¿Es una historia que se repite en colegios peruanos?
No sé si pasaba en otros colegios. El mío era un colegio privado de sacerdotes criados durante el franquismo y ellos reproducían lo que habían vivido y nos trataban de esa forma. Me es casi imposible recordar todas las peleas que tuve en el colegio. Había un abuso del más débil porque habíamos entendido que debías demostrar tu hombría a cualquier precio. Una de las maneras era metiéndote en el equipo de fútbol. Yo lo logré y por ese lado me salvé un poco. Pero claro, yo era un niño que tartamudeaba bastante… Y era uno de los más acosadores, lo reconozco, porque sentía que tenía que estar siempre un paso por delante para que no me acosaran a mí.

¿Es también una manera de pedir perdón?
Sí, puede… pero bueno, luego vas creciendo y vas cerrando heridas de otra manera… De hecho uno de los que ha sido uno de mis mejores amigos era un chico al que nunca le dejábamos de pegar. Y luego se volvió súper facha y cada vez que él hacía un comentario de estos, de que los pobres son pobres porque no quieren trabajar yo me sentía ofendido. Sentía que me agredía. Puede que yo antes le hubiera pegado pero él ahora me estaba agrediendo. Sentía que esa amistad no podía durar más.

¿Habéis vuelto a hablar de esto?
Las veces que nos hemos visto ya te ríes de otras cosas. Dentro de lo que sería el núcleo duro hay pocos de los que sufrieran agresiones. Hay otros que desaparecieron, es como un pasado que nadie quiere recordar.

Los personajes son reales… ¿Te han dicho algo?
Hay algunos que se han alegrado de que me acuerde de ellos, los que salen mejor parados. Sobre todo los que vivimos fuera del país, tenemos una visión más abierta, pero sin embargo todos los que se quedaron en Perú, todos siguen siendo de derechas, apoyan a la dictadura de Fujimori, creen que la violencia es la única manera de solucionar los problemas y algo dice de nuestra sociedad que se sigan mirando las cosas así.

¿Aún hay un largo camino para cambiar esa visión de la sociedad?
Creo que ahora mismo todo eso se ha reforzado con el boom económico. Antes, las élites eran los que tenían apellido extranjero, los de apariencia más occidental, blancos, de ojos claros. Los sirvientes eran gente con rasgos más cholos, con ascendencia indígena. Ahora hay gente de dinero, descendiente de los que antes servían a los ricos y que, en vez de intentar cambiar esto, reproduce el mismo esquema de explotación. Yo veo complicado que la sociedad cambie.

¿Habríais escrito el mismo libro si estuvieras en Lima?
Yo creo que sí, pero a lo mejor hubiera tardado más en darme cuenta del valor literario, o en encontrar la forma de narrar estas historias. Sobre todo por el tiempo… Yo tenía una mejor posición económica en Lima pero tenía menos tiempo para mis labores literarias.

¿En estos nueve años que llevas en Madrid ha cambiado mucho tu vida?
Creo que llevo una vida más sana. El vicio me perdía en Lima. Aunque ya no me enviciaba tanto siempre había allí la tentación de que la noche te absorbiera.

¿Te planteas volver?
No. Ni siquiera para pasar mi vejez.

Has sido uno de los acosadores en tu colegio… ¿has pensado en que les dirás a tus hijos el día de mañana sobre este tema?
Mi vieja me decía «Nunca dejes que te pisen el poncho», que nadie abuse de ti. No me gustaría que fueran matones y lo que me importa es que conozcan, desde el comienzo, la posibilidad de hacer frente a las situaciones sólo con la palabra.

La música es algo que está presente en casi todo los cuentos. ¿Qué papel ha tenido en tu formación?
Es importante porque me ayudó a formar mi estilo. Por influencia de mis hermanos empecé a escuchar su música y me di cuenta de que yo no quería ser parte de la manada, que yo quería ser alguien especial y fui formando un estilo y abriendo mi mente. Mientras más cosas escuchas, siento que es como si tocaras más teclas en tu cerebro… y pienso que así yo iba creciendo. La música es lo que me ha ido educando en cuanto a mi sensibilidad.

Isaac es el cuento más trasparente, en el que más te abres más y te expones. Es sobre tu familia, en especial tu hermano… ¿es todo lo que te hubiera gustado decirle en medio del silencio que habéis compartido?
Me parece que hay escenas muy tiernas y muy íntimas. Compartíamos momentos muy bonitos, escuchábamos la misma música… Siempre hemos tenido una buena relación pero siempre hace falta decir muchas cosas. Me pasó con mi madre que falleció y nunca quedaron claras muchas cosas de nuestra relación. Hay mucha gente que se siente identificada porque habla de algo universal. Siempre va a ser más lo que callemos por pudor de lo que podamos decir cuando estamos contentos o eufóricos…

En septiembre lanzas La librería quemada, el último libro de tu trilogía de Madrid…
Es el menos autobiográfico. Habla de lo disfuncional que es la gente y como la puedes ir conociendo a través de un proceso de venta. Habla de la crisis. Del libro, que siempre dicen que va a desaparecer pero que sigue ahí. Con La librería quemada se cierra este ciclo de hablar de la ciudad.

Algunas formas de decir adiós está editado por Algaida.

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