Culturas contemporáneas de España y Latinoamérica a diario
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miércoles 24 de abril de 2024
Rosalía
Rosalía

Lo más destacado de 2018 según REDPEM

Llega el momento de recapitular: veinticuatro entusiastas integrantes de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica (REDPEM) vierten sus opiniones y eligen sus destacados de 2018. Discos iberoamericanos que hay que escuchar para comprender lo que nos legó el año que se acaba.

 


 

Xavier Valiño REDPEM

XAVIER VALIÑO (España)
El mal querer, de Rosalía (España)
«Cuando La Mala Rodríguez apareció en el firmamento del hip-hop con su deje aflamencado hace ahora veinte años, parecía que nadie iba a poder igualar su mezcla de sonidos tan dispares ni su repercusión. A día de hoy sabemos que no es así: Rosalía ha superado todo lo predecible, tras prepararse durante años para ello. Como prueba, su nuevo disco, grabado como ella quería y por su cuenta –hay que estar muy segura para hacerlo así–, estructurado en capítulos y que habla de una relación tóxica, en el que aúna modernidad (trap, música urbana) y tradición (flamenco). Trabajado con mimo hasta el mínimo detalle y con una lograda producción de El Guincho, El mal querer contiene sobradas muestras de talento como Que no salga la luna, Reniego o Bagdag. Es difícil creer que un trabajo con una producción minimalista e incluso un tanto experimental haya convertido a Rosalía en la persona más nombrada en España y la de mayor relevancia a nivel internacional en décadas, pero así ha sido. Increíble que eso haya sucedido a quien grabó en su día aquel primer álbum más anclado en la raíz (Los Ángeles), un paso que ella sentía absolutamente necesario antes de llegar a este revulsivo que es El mal querer. Hasta en eso resulta excepcional».

Rosalía El mal querer

Gran poder, de Pájaro (España)
Verão, de Nacho Casado (España)
Solpor, de Baiuca (España)
Folclor imaginario, de Gepe (Chile)
Norma, de Mon Laferte (Chile)
Trópico ideal, de Sandra Bernardo (España)
Primavera, de Cathy Claret (Francia/España)
Chili con grelos, de Los Duques de Monterrey (España)
Electric Sunset, de Twangero (España)

 


 

Fernando Rosa Redpem

FERNANDO ROSA (Brasil)
Folclor imaginario (Canciones recopiladas por Margot Loyola Palacios y algunas otras que parten desde ahí), de Gepe (Chile)
«Folclor imaginario es una especie de encuentro definitivo entre los lenguajes pop, electrónica y folclore, perseguidos por Gepe en su carrera. Se trata de un homenaje a la folclorista Margot Loyola Palacios, una de las principales artistas de Chile, al lado de Violeta Parra y Gabriela Pizarro. El disco festeja el centenario del nacimiento de Margot, nacida en Linares, el 15 de septiembre de 1918. Con este álbum, Gepe profundiza en su afirmación de las identidades musicales de América Latina. En un texto de Zona de Obras el periodista Pablo Díaz Marenghi dice que el cantautor chileno “hace canciones populares propias que reivindican la obra de Margot Loyola”. Además de las composiciones compiladas por Loyola, el trabajo incluye otras tres canciones populares, una de ellas dedicada a Joane Florvil, emigrante haitiana que murió en Chile. Ana Margot Loyola, que falleció el 3 de agosto de 2015, fue folclorista, compositora, violinista, pianista y recopiladora del folclore chileno. Dejó una extensa discografía con más de quince álbumes, además de participaciones en obras de otros artistas. En 1994, recibió el Premio Nacional de Artes Musicales de Chile, en reconocimiento al conjunto de su trabajo».

Gepe Folclor imaginario

Costuras que me bordam marcas na pele, de Paola Kirst (Brasil)
Antología del cante flamenco heteredoxo, de Niño de Elche (España)
Boleros y canciones, de Poli y Prietto (Argentina)
Deus é mulher, de Elza Soares (Brasil)
Sangre caliente, de Los Rolling Ruanas (Colombia)
Historias de pescadores y ladrones de la Pampa Argentina, de Gabo Ferro y Sergio Chotsourian (Argentina)
Bó, de Cachimbó (Brasil)
Guadalupe Plata 2018, de Guadalupe Plata (España)
A é concavo, B é convexo, de ruído/mm (Brasil)

 


 

Enrique Blanc Redpem

ENRIQUE BLANC (México)
Deus é mulher, de Elza Soares (Brasil)
«El repunte en la carrera de Elza Soares ha permitido redescubrir a uno de los personajes más increíbles de la música brasileña del cruce de siglos. No sólo está su pasado, la historia de una vida de vaivenes existenciales, en la que fue encumbrada y desdeñada por su pueblo debido a su personalidad transgresora y provocadora, y al hecho de haber protagonizado aquel frenético romance con el inmortal gambetero Garrincha, entre otros escandalosos atrevimientos. Pero también está su arremolinado presente, la capacidad vocal que a sus años (81) ha demostrado en sus dos discos más recientes: A mulher do fim do mundo (2016) y el que lanzó este año, Deus é mulher, ambos salpicados de experimentación, sonidos provenientes de la inagotable tradición musical brasileña y las mutaciones sonoras que se ha permitido el rock desde siempre. En ambos, la pandilla de músicos y compositores que la acompaña es ya de por sí notable, destacando el sonido inimitable de la guitarra de Kiko Dinucci, uno más de los referentes, junto a la propia voz de la Soares, que simbolizan lo mejor que ese país mágico tiene hoy en lo musical. Son once temas, los de Deus é mulher, que hechizan el oído y sacuden la conciencia. Baste constatarlo escuchando esa garganta que parece rechinar con poderío y pasión en O que se cala o el descaro rebosante de libertad con que ella suelta versos inoculados de lucidez en Lingua solta; la forma en que su voz armoniza con el menjurje musical que tejen los miembros de Passo Torto (el ya mencionado Dinucci, Rodrigo Campos y Marcelo Cabral) en Clareza; o bien la capacidad para adaptarse a una música que huele a futuro en Deus há de ser, la última de este racimo de maravillosas canciones».

Deus é mulher Elza Soares

Folclor imaginario, de Gepe (Chile)
El mal querer, de Rosalía (España)
Violética, de Nacho Vegas (España)
La huella en el cemento, de Sofía Viola (Argentina)
Bestiario, de Hausi Kuta (Chile)
Lo eterno, de La Barranca (México)
Pez, de Rubio (Chile)
Ofertorio ao vivo, de Caetano, Moreno, Zeca y Tom Veloso (Brasil)
Fuego artificial, de Las Ligas Menores (Argentina)

 


 

Darío Granja Redpem

DARÍO GRANJA (Ecuador)
Claroscura, de Aterciopelados (Colombia)
«El rock latinoamericano no sería lo mismo sin Aterciopelados. El grupo colombiano creó su propio universo, un mundo auténtico lleno de color, identidad latina y empatía global. Una agrupación con personalidad desbordante que supo integrarse al imaginario popular de todo un continente. Por ese motivo, luego de diez años sin editar un trabajo en estudio, Claroscura –su octavo álbum– se presenta como una celebración de alto voltaje. Una oportunidad para descubrir el estado actual de una banda que envejece sin engañarse, mientras se apoya en su enorme legado musical, tan rico en elementos sonoros. Como es caracteristico en su propuesta, la fusión de ritmos latinos y foráneos es un delicado juego de laboratorio que sorprende por su resultado. A su vez, sus letras, de manufactura sencilla y casi inocentes, son una declaración de principios. Un ejercicio de honestidad donde se reflejan las inquietudes, miedos y contradicciones de Andrea Echeverri y Héctor Buitrago sobre asuntos como la industria musical, el empoderamiento femenino, la violencia intrafamiliar o los estereotipos de belleza. En definitiva, un disco para reencontrarse una década después con Aterciopelados. Algo así como reunirse con un viejo amigo al cual siempre da gusto escuchar».

Aterciopelados Claroscura

El mal querer, de Rosalía (España)
Latinoamericana, de Alex Anwandter (Chile)
Deus é mulher, de Elza Soares (Brasil)
Vibras, de J Balvin (Colombia)
Discutible, de Babasónicos (Argentina)
Un hombre rubio, de Christina Rosenvinge (España)
Puñal, de Dante (Argentina)
Casas, de Rubel (Brasil)
La ciudad liberada, de Fito Páez (Argentina)

 


 

Lara López Redpem

LARA LÓPEZ (España)
Violética, de Nacho Vegas (España)
«“Va ganando el mal. Lo siento mucho, pero gana el mal”, nos dice un Nacho Vegas al que es imposible refutar, en la cumbia Todos contra el cielo de Violética, que es mi disco de 2018. Y lo es por diferentes razones, no todas musicales, siendo como es también un álbum que cubre un amplísimo registro de géneros que dialogan y se asumen y empastan con exquisita naturalidad. Un disco con el que se constata la expresión “obras son amores” que emana de cada canción de este CD en dos partes (triple vinilo), titulado con el nombre de la genial Violeta Parra llevado al paroxismo esdrújulo, en homenaje a la Mazúrquica Modérnica de la mucho más moderna aún artista chilena. Un homenaje que cristaliza en la impecable versión de su emblemático Maldigo del alto cielo, canción a modo de bisagra que Nacho ha querido grabar junto a la Premio Nacional de Música 2018, Christina Rosenvinge, otra gran artista en su mejor momento. El resultado es que una de las canciones más poderosas de la polifacética Parra, se erige en heredera de la magia Omega alcanzada por el equipo de titulares más poderoso de las últimas décadas en la escena nacional: Morente/Arias (apoyados en otro binomio ganador, Cohen/Lorca), al que se añaden Vegas y Rosenvinge, refrendados por músicos como Abraham Boba, César Verdú o el productor Paco Loco. El calado de Violeta en la obra de Nacho Vegas es mucho más profundo y vertebrador de lo que quizá se ha percibido en nuestro país, algo que se ha sabido apreciar, por supuesto, en Chile y el resto de Latinoamérica. Es mucho más que un guiño proponer de entrada, en la portada, un retrato púrpura con el rostro de la chilena, cuyo centenario se celebró durante 2017. En el museo Violeta Parra de Santiago, la tela bordada denominada Árbol de la vida, de 1963, inspira el Bosque Sonoro a través de cuyos troncos los visitantes pueden escuchar las canciones de Violeta. En Ser árbol, segundo tema del disco y uno de los dos interpretados con la contribución vocal de María Rodés, Nacho parece desdibujar los límites del terreno desde el que nos habla. “Ocurrió algo espectacular/ fuimos poco a poco elevándonos/ y exactamente a la vez/ nos hundimos en la tierra más y más/ y así llegó el instante en que ya éramos pequeños gigantes/y nuestras copas apuntaban justo al cielo/crecieron raíces bajo un fértil suelo”. Y es desde ese espacio sin límites desde el que se empieza a percibir al propio Nacho Vegas con una actitud de artista total, a lo Violeta. No es cualquier compromiso: mientras recorría el campo chileno, se fraguó en Violeta la conciencia social que arrastraría a los Parra (comenzando por su hermano Nicanor y alcanzando a la generación de su hija Isabel o su nieta Tita), que chocó a veces con su propia exigencia creativa, la misma que la llevaría a París dejando a sus hijos, pequeños, en Chile. Que uno de ellos falleciera puso en evidencia una de esas contradicciones que marcan tanto la vida personal, como un proyecto artístico irrenunciable. En Violética aparecen los dos Nachos, indistintamente, se contagian y conversan. Sin aspavientos, sin distancia, con la sabiduría de los años, con la perspectiva de la mirada crítica y sin rencor de quien sabe que está en el sitio al que pertenece, sin tener que justificar sus creencias. Ese es el Nacho de (Pasamos) El Negrón, con juegos vocales que remiten al mejor Battiatto, que en Aida se convierten en himno. La revolución se canta. Como “pequeños gigantes” nos describe a todos Nacho Vegas en este disco. No solos, ni ajenos, como muestra en canciones como Ideología (“ideología en la Semana Santa y en la Semana del Hogar”); en Desborde (“una fuerza animal, una canción coral”) o en Las palabras mágicas, donde describe su esperanzada posición claramente: “Y si tenemos que gritar/ solos en medio del océano/ pues empecemos a gritar/ hasta que se nos una muchos más/ y seamos multitud/ y poblemos este océano”. En Violética hay denuncia, crónica, ensayo, crítica social. Discurso. Casi sin pretenderlo y sin otra pretensión que la de seguir caminando unidos. Y hay humor, impagable en La última atrocidad, con Cristina Martínez (de El Columpio Asesino), con la que cierra el juego de dúos con voces femeninas. Violética es un disco enorme, en el que se aligeran distancias y se marcan referentes. A la altura de la grandeza de las canciones de la mujer que rompió con la tradición y salió al campo a recopilar canciones, como había hecho en Europa Béla Bártok, tan respetado ahora como en su tiempo. Con menos repercusión, Violeta Parra rompió moldes y costumbres, cantando sus pasiones con la misma firmeza con la que luchaba, sacando la cara por las mujeres (y viudas) de los mineros en Arriba quemando el sol, cuya versión saldrá en el EP a modo de coda que Nacho Vegas está registrando estos días, en el que seguirá homenajeando su cancionero-memoria. Así, con la humildad de escoger la figura de una artista interpuesta, el animal político y artístico que lleva dentro Nacho Vegas, nos reclama sin otra herramienta que la auto exigencia, y nos seduce en Violética sin otro idioma que no sea el suyo. La verdad desnuda convertida en canción».

Nacho Vegas Violética

El mal querer, de Rosalía (España)
Shica & Gutman, de Shica & Gutman (España/Argentina)
Atacama, de Alessio Arena (Italia)
La huella en el cemento, de Sofía Viola (Argentina)
Folclor Imaginario, de Gepe (Chile)
La alegría y el canto, de Marta Gómez (Colombia)
Sampa, de Albert Sanz y Javier Colina (España)
El mito de la pérgola, de Pascuala Ilabaca y Fauna (Chile)
Colectivo Panamera, de Colectivo Panamera (España)

 


 

William Padrón Redpem

WILLIAM PADRÓN (Venezuela)
Monte Sagrado, de Draco Rosa (Puerto Rico)
«Décimo tercer trabajo de estudio Draco Rosa y el primero con temas inéditos en casi una década. Tiempo en el que pasó sanándose de un tumor cerca del hígado que le fue diagnosticado en 2011. El título del disco hace referencia al parque ceremonial indígena que está cerca de su Hacienda Horizonte en Utuado, Puerto Rico. Ahora Draco se muestra con uno de los mejores discos de su carrera. Hard rock transformado en blues nostálgico y psicodelia tribal. Todas sus influencias rockeras destiladas en un blending sonoro. Grunge bolerístico que se embarra con líneas de bajo jazzísticas y un prog-rock explosivo, visceral. Draco fue al infierno a decirle a sus demonios que sobrevivió, ¡sigue con vida! Además que la conexión con su clásico Vagabundo (1996) es obvia. La ansiedad por hacer un disco de rock and roll, la victoria en la oscuridad. Es un álbum de celebración, gratitud, introspección y liberación. Grabado en directo, con esa infusión rockera casi artesanal que desnuda la esencia humana de su autor. Monte Sagrado es como el gruñido de la bestia acompasada y volátil de la industria que marca su destino. Poesía draconiana perfectamente ejecutada».

Draco Rosa

El mal querer, de Rosalía (España)
Claroscuro, de Aterciopelados (Colombia)
Vibras, de J Balvin (Colombia)
Norma, de Mon Laferte (Chile)
Encanto tropical, de Monsieur Periné (Colombia)
Latinoamericana, de Alex Anwandter (Chile)
Ciudades flotantes, de Los Mundos (México)
Mujer eléctrica, de Simón Grossman (Venezuela)
Mercado de los corotos, de Augusto Bracho (Venezuela)

 


 

Humphrey Inzillo Redpem

HUMPHREY INZILLO (Argentina)
Boleros y canciones, de Poli y Prietto (Argentina)
«Maxi Prietto, uno de los frontmen del ascendente grupo Los Espíritus, ya rindió un tributo a los blues y las raíces del rock & roll con el debut discográfico al frente de su cuarteto, y en sus presentaciones en vivo suele homenajear al gran guitarrista chaqueño Oscar Alemán, héroe local del gypsy swing. Pero ahora, junto a Natalia “Poli” Politano, vocalista de Sr. Tomate, pone la mira en la melodía romántica y tropical. Por su tono arrabalero, por su energía punk, Poli es la socia perfecta para esta nueva aventura transgeneracional. La aproximación que hacen Poli y Prietto junto a su grupo (Damián Manfredi en contrabajo, Pipe Correa en maracas, Miguel Tennina en piano, Santiago Zarba en saxo barítono y Fer Barrey en bongós) es al bolero lo que la Orquesta Típica Fernandez Fierro es al tango: una relectura punk. No es casual que el violista de la Fierro, Charly Pacini, se haya encargado de los arreglos (que interpreta con las cuerdas de la Orquesta). Y el repertorio, notable, incluye clásicos del género, pero también una reinvención del tango-canción El día que me quieras (Gardel y Lepera), y dos nuevas composiciones de Poli (Témpanos lejanos, un hit en los conciertos, y Cigarrillos), grabados con un aura romántica y mística en los legendarios estudios Ion de Buenos Aires. El aporte de dos de los más grandes músicos del continente, Andrés Calamaro y Gustavo Santaolalla, terminan de darle la relevancia a un proyecto superlativo. El Salmón aportó su voz dramática en Guitarras, lloren guitarras y arregló los coros de Perfidia. Santaolalla, por su parte, grabó una parte de ronroco en su estudio de Los Ángeles. Con ellos, Boleros y canciones marca la entrada, por la puerta grande, de dos nuevas figuras de la canción iberoamericana».

Poli y Prietto Boleros y canciones

La huella en el cemento, de Sofía Viola (Argentina)
Bienaventuranza, de Chancha Vía Circuito (Argentina)
Pequeñas explosiones hermanas, de Salgado y Asociados (Argentina)
Franco, de Lucas Monzón (Argentina)
Studio 2, de Escalandrum (Argentina)
Vidas simples, de Juan Bayón (Argentina)
Fuselaje púrpura, de El Príncipe & Herman Klang (Uruguay)
Deus é mulher, de Elza Soares (Brasil)
Lluvia en el maizal, de Bituin (Colombia)

 BONUS: Vale la pena destacar las reediciones en vinilo de cinco discos indispensables de Astor Piazzolla, los libros de Gourmet Musical (especialmente Días distintos, el ensayo de Walter Lezcano sobre la trilogía de fin de siglo de Andrés Calamaro –que este año también editó un discazo, Cargar la suerte–); el libro de Nelson Caula, Candombe Beat. Origen y creadores de un sonido con identidad (Ediciones B, Uruguay), y una revelación, la pequeña pero pujante escena jazzística del Paraguay, con grupos como Néstor Lo y Los Caminantes y Purahei Soul y su swing guaraní.

 


 

REDPEM Mercedes Sanz

MERCEDES SANZ (Venezuela)
Un hombre rubio, de Christina Rosenvinge (España)
«Calificar la obra de Christina Rosenvinge siempre resultará insuficiente. Pero si habría que hacerlo, inquietante y apasionada pueden ser dos palabras que se acerquen a lo que transmite su propuesta. Este año la cantautora madrileña volvió a dejar mudo a más de un seguidor y crítico musical con Un hombre rubio. Se trata de un disco enigmático, lleno de poesía densa y oscura que caracteriza a su creadora. Es un álbum cautivador por el tema que plantea de fondo y que es de las cosas más sorprendentes: lo que desencadena la figura paternal. A partir de este detonante, Rosenvinge construye su punto de vista (masculino) y los narradores, a veces es el progenitor, algún amor o ella misma. ¡Vaya que es una osadía escribir desde la otredad! La misma artista lo ha explicado en varias entrevistas: intentar entender la soledad masculina, siendo una similitud entre ella y el padre. Este elemento es una constante en sus canciones: “¿Cómo no voy a entenderte padre? / Si es mi misma soledad” (Romance de la plata). “Ahora tu fantasma discute en tu lugar / Este melodrama se llama soledad” (La piedra angular). La forma como la cantautora maneja los relatores y la lírica descarnada resultan tan fascinantes como las melodías sugestivas, cual bandas sonoras, que arropan cada tema. Pop rock melancólico, obsesivo, sosegado, depresivo. Encontramos distintas sonoridades y entonaciones en un disco conmovedor, que aún no terminamos de descubrir».

Christina Rosenvinge Un hombre rubio

El mal querer, de Rosalía (España)
Folclor imaginario, de Gepe (Chile)
Monte sagrado, de Draco Rosa (Puerto Rico)
La candela del río, de Insólito Universo (Venezuela)
Violética, de Nacho Vegas (España)
Pasar las luces, de Mint Field (México)
Pepperland, de Pepperland (Venezuela)
Lluvia en el maizal, de Bituin (Colombia)

 


 

Juan Carlos Hidalgo Redpem

JUAN CARLOS HIDALGO (México)
Canciones del ancla, de Lázaro Cristobal Comala (México)
«No siempre lo más exquisito es lo más expuesto. Estamos ante la consolidación de un compositor sobrado de recursos y sensibilidad que aboga por toda una generación que se hace visible desde la provincia profunda. Daniel Azdar, originario de Durango, se decanta entre canciones folk acústicas y variantes electrificadas (y hasta un acercamiento al canto cardenche). Su imaginería está llena de referencias literarias, imágenes poderosas, conocimiento del dolor humano y hasta algún guiño dylaniano y otro a Johnny Cash. Sus canciones penetran hasta los rincones del alma».

Lázaro Cristobal Comala Canciones del ancla

El mal querer, de Rosalía (España)
Folclor imaginario, de Gepe (Chile)
Deus é mulher, de Elza Soares (Brasil)
Madura el dulce fruto, de 107 Faunos (Argentina)
Pez, de Rubio (Chile)
Trending Tropics, de Trending Tropics (Puerto Rico/República Dominicana)
La huella en el cemento, de Sofía Viola (Argentina)
Los Ángeles, de Mitú (Colombia)
Memoria, de La Habitación Roja (España)

 


 

Redpem Jose Fajardo

JOSÉ FAJARDO (España/Colombia)
Isolation, de Kali Uchis (Colombia)
«2018 ha sido un año crucial en la carrera de Kali Uchis. Fue la estrella del festival Estéreo Picnic en Bogotá, donde compartió escenario con Gorillaz y fue aclamada por miles de colombianos que sienten suya a esta cantante que nació en 1993 en Alexandria (Virginia) pero cuya sangre discurre por Risaralda, en el Eje Cafetero de Colombia. Con su debut en largo, Isolation, se ha convertido en una de las artistas latinas con más proyección en la industria musical de Estados Unidos. Ahora vive en Los Ángeles, donde se codea con la nueva escena del hip-hop estadounidense, como su amigo Tyler The Creator, quien colabora en este disco junto a Kevin Parker (Tame Impala), BadBadNotGood, Thundercat y el colombiano Reykon, una de las nuevas estrellas del reggaetón con base en Medellín. A “La Única” (así se hace llamar) la comparan con Lana del Rey y Amy Winehouse por su estética retro y esa sensualidad extraña a lo David Lynch, pero su mezcla de español e inglés en las letras y su originalidad sonora (ha bautizado su estilo como “soul wop” por su cóctel de pop, soul, r&b, reggaetón, rap, doo wop y calypso) la convierten en el emblema de una generación de mujeres jóvenes colombianas que viven (o han vivido) en el extranjero como Lucrecia Dalt, Lido Pimienta, Ela Minus, Tei Shi, Juliana Ronderos (Salt Cathedral), Elsa y Elmar, Lao Ra, Alejandra Ortiz (Lulacruza) e Isa GT. Tras colaborar con estrellas como Diplo, Juanes y Damon Albarn, el techo de Kali Uchis es el cielo».

Kali Uchis Isolation

El mal querer, de Rosalía (España)
Ole lorelei, de Soleá Morente (España)
Bienaventuranza, de Chancha Vía Circuito (Argentina)
Vibras, de J Balvin (Colombia)
Corazón de cerdo con ginseng al vapor, de Putochinomaricón (España)
Un día cualquiera, de Harold López-Nussa (Cuba)
Ch’usay, de Novalima (Perú)
Parafernalio, de Bejo (España)
Bajo el mismo cielo, de La Dame Blanche (Cuba/Francia)

 


 

Luisa Piñeros Redpem

LUISA PIÑEROS (Colombia)
Kutu prieta pa saranguia, de Son Palenque (Colombia)
«En una esquinita de Colombia existe el primer pueblo de América libre de la esclavitud. A tan solo una hora por carretera desde Cartagena, se erige un lugar de vocación negra que se levanta con el golpe de los tambores y se acuesta con el canto de hombres y mujeres que en su ADN llevan una singular nostalgia que los conecta con África. Allí en 1980 nació la legendaria agrupación Son Palenque, bajo la batuta de Justo Valdés, un hombre afro de contextura fuerte, nacido en 1951 e inmerso en la música desde los trece años de edad, gracias a la influencia de su tío José Valdés Simancas. La historia de su grupo es tan vital y particular como su propia vida. Fue vendedor de gafas en la playa, aprendió a leer y escribir hace tan sólo nueve años y hace poco estrenó el disco número dieciséis en la carrera de esta legendaria agrupación oriunda de San Basilio de Palenque, una pequeña África en Colombia, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Kutu prieta pa saranguia (Cultura negra para bailar) tiene canciones escritas y cantadas en lengua palenquera, prueba de que la cultura sobrevive aún. El disco es un viaje a las profundidades del ritmo, de la percusión negra, de las voces graves, casi animales con las que expresan la identidad de su pueblo. Aquí hay bullerengue, champeta, lumbalú, chalupa y una mágica mixtura de sonidos de influencia nigeriana, ritmos africanos como el soukus, highlife o afrobeat que se fusionan con la fuerza de los ritmos palenqueros. Tambor alegre, maracas, marímbla, guitarra eléctrica, voces, bajo, vientos, ensamblan las doce canciones del álbum que contó con la producción de Lucas Silva y los arreglos del precursor de la salsa en Colombia, Michi Sarmiento, que a sus ochenta años de edad sigue vigente. Este trabajo es una joya patrimonial, un bocado exquisito para bailar, una música que sólo se escucha en ese rincón de África y que tiene un sello propio. Música frenética que incita a un ritual para el cuerpo en movimiento. Es un disco ingenioso, caliente y muy expresivo en sus letras que cuentan sencillas vivencias de esa región costera de Colombia. En 2018 fue elegido por la prestigiosa red de músicas del mundo, Transglobal World Music Chart, como el mejor álbum de Sudamérica. No se equivocan porque Son Palenque es una tradición viva».

Son Palenque Kutu prieta pa saranguia

Ciclos, de Espiral7 (Colombia)
Cumbia ácida, de El León Pardo (Colombia)
Claroscura, de Aterciopelados (Colombia)
Diana Burco, de Diana Burco (Colombia)
Cuba linda, de Maité Hontelé (Holanda/Cuba)
Ají bravísimo, de Los Ajíces (Colombia)
Sangre caliente, de Los Rolling Ruanas (Colombia)
Se fue el amor, de Clandeskina Orquesta (Colombia)
La alegría y el canto, de Marta Gómez (Colombia)
Bajo el mismo cielo, de Mónica Giraldo (Colombia)

 


 

Martín Graziano Redpem

MARTÍN E. GRAZIANO (Argentina)
Doce, de Tomi Lebrero (Argentina)
«Si respetamos la convención, este texto debería tener mil doscientos caracteres. Es decir, sólo cien letras para cada uno de los volúmenes de Doce, el demencial disco duodécuplo de Tomi Lebrero. Si, señores… el bandoneonista y compositor argentino está en el medio de esta patriada: doce volúmenes editados a razón de uno por mes. De manera que no es una reseña posible (como diría el presidente argentino Mauricio Macri, “esa te la debo”) porque, además de la catarata torrencial de música, hay que atrapar el gesto artístico. Lebrero hizo un viaje a caballo por buena parte de la Argentina que, por un lado, quedó registrado en la película No va a llegar y, por otro, en estas mil y una canciones. Elegías desopilantes, música de pulpería 2.0, hip-hop federal, paisajismo psicodélico, el piano de Pablo Martinez Zubiría, no pocas odas equinas y el folclore imaginario de su ensamble: el Puchero Misterioso. La pregunta que cruza la película y crece como una planta carnívora en el medio del disco es la siguiente: ¿por qué? Mejor aún, ¿para qué? Esta conquista de lo inútil resulta, en ese sentido, profundamente filosófica. El sentido está aquí dentro pero, como la respuesta de un oráculo, resuena de un modo diferente en el corazón de cada uno».

Tomi Lebrero Doce

Violética, de Nacho Vegas (España)
La huella en el cemento, de Sofía Viola (Argentina)
Fuselaje púrpura, de El Príncipe y Herman Klang (Uruguay)
Folclor imaginario, de Gepe (Chile)
Obras cumbres, de Los Andes (Argentina)
Cambiando cordaje, de Rubín Lacruz Heler Nikitoff (Argentina)
Ofertorio ao vivo, de Caetano, Moreno, Zeca y Tom Veloso (Brasil)
Medir el tiempo, de Juan Jacinto (Argentina)
El mito de la pérgola, de Pascuala Ilabaca y Fauna (Chile)

 


 

Liliana Estrada Redpem

LILIANA ESTRADA (México)
Canis allegro, de DJ Perro (México)
«DJ Perro, vaya nombre, quizá nadie los tomaría en serio si se fueran con la “finta” que remite directo a una agrupación urbana o electrónica. Al primer acorde del Canis allegro, ese prejuicio desaparece y, al segundo, ya estás flotando en un mar de sonoridades, armonías, guitarras seductoras y una batería que explota en tu cabeza. Es una agrupación originaria de Puebla, México y, contrario a lo que una generación quiere hacer (sintetizadores, indie rock o material funcional para efectos comerciales), DJ Perro retoma la esencia del math rock con toques de progresivo, secuencias sonoras y lo convierte en un disco que nos hace celebrar que el rock no haya muerto como muchos quieren verlo. En tan sólo siete canciones nos lleva a diferentes mundos y sonidos. Tres guitarras, un bajo y una batería lo hacen posible. De la mano de su primer álbum, DJ Perro es de lo más destacable de la música en México por su originalidad, complejidad musical y juventud, que lejos de ser un defecto, es un indicio de que la madurez, el tiempo y la experiencia los podría hacer aún mejor».

DJ Perro Canis allegro

Monte sagrado, de Draco Rosa (Puerto Rico)
Autoterapia, de Izal (España)
Bach, de Bándalos Chinos (Argentina)
Lo eterno, de La Barranca (México)
Behind The Lenses, de No Wrong Numbers (Mexico)
Ay, dolor, de Gran Sur (México)
Queen Of The Murder Scene, de The Warning (México)
Avida Dollars, de C. Tangana (España)
Eclipse, de Alemán (México)

 


 

Jaime Andrés Monsalve Redpem

JAIME ANDRÉS MONSALVE (Colombia)
Soplo de río, de Colectivo Colombia (Colombia)
«Hace ya veintidós años que el saxofonista bogotano Antonio Arnedo cambió las reglas del jazz en su país con su trabajo Travesía, primero de una tetralogía en cuarteto en el que lo acompañaron dos figuras que hoy están en las ligas mayores: el baterista japonés Satoshi Takeishi y el guitarrista norteamericano Ben Monder. Antes de Arnedo, jazz colombiano significaba poco más que improvisar sobre una base tópica de cumbia o pasillo. Y antes también de la aparición en escena de otro músico con intereses diferentes, el ejecutante de marimba Hugo Candelario González, nacido a orillas del Pacífico en la población de Guapi, Cauca, la música de ese litoral permanecía en una suerte de ostracismo, en cuya actual visibilidad y apogeo ayudó como pocos González con su agrupación, Bahía. Hace varios años, ambos venían colaborando en el sueño de Arnedo de crear un ensamble con instrumentos de todas las regiones del país, que pudieran adaptarse a todos sus ritmos sin importar que un cuatro llanero no toque currulaos, o que una marimba de chonta sea impensable en un porro. Así nació el Colectivo Colombia y su mirada transversal de lo que somos como país. Tras lustros de trabajo en común hacía falta una grabación, que por fin vio la luz y que, como era de esperarse, es imposible de clasificar como no sea diciendo que el conteo de álbumes hechos en Colombia en 2018, acaso el presente sea el mejor. Al lado de Anamaría Oramas en flauta, Urián Sarmiento en percusión, Santiago Sandoval en guitarra eléctrica y José Juvinao en contrabajo, la primera de las que esperamos sean muchas grabaciones del Colectivo pone sobre relieve el contraste instrumental de un ensamble con vocación camarística pero enfilado hacia la ejecución de músicas tradicionales, a la manera de Hugo Candelario con Bahía, y con elementos de ese jazz del que tanto se le debe a Arnedo».

Colectivo Colombia Soplo de río

Antología del cante flamenco heterodoxo, de Niño de Elche (España)
Mind Of A Master, de Bobby Valentín (Puerto Rico)
Lluvia en el maizal, de Bituin (Colombia)
Folclor imaginario, de Gepe (Chile)
El mal querer, de Rosalía (España)
Orquesta Akokan, de Orquesta Akokan (Estados Unidos/Cuba)
Dreamers, de Magos Herrera & Brooklyn Rider (México/Estados Unidos)
Tramontana, de Juan Andrés Ospina (Colombia)
Un día cualquiera, de Harold López-Nussa (Cuba)

 


 

Rafael Escalona Redpem

RAFAEL G. ESCALONA (Cuba)
Orquesta Akokán, de Orquesta Akokán (Cuba)
«En esta época de sobresaturación de música vivimos en un estado de continua reutilización y prostitución de calificativos como “auténtico” o “rescate de las raíces”, uno suele perder el rumbo con tanta canción que suena “igual a…”, y los límites entre el reciclaje, el homenaje y la burda repetición se hacen cada vez más difusos. Entre tanta maraña podría pasar desapercibido Orquesta Akokán (Daptone Records), el notable álbum que la orquesta homónima lanzó en el mes de marzo desde la autodenominada “casa del soul”. Y esto sería una tremenda metedura de pata. Cocinado entre La Habana y Nueva York, el resultado de la aventura del pianista y arreglista Michael Eckroth, el productor Jacop Plasse y un puñado de artistas de ambas ciudades son cuarenta minutos de puro placer, uno de los ejercicios de reinterpretación más deliciosos que ha vivido la música popular cubana del Siglo XX. Queda bien claro desde que rompen los primeros arpegios de un Mambo rapidito en el que la precisión y destreza de vértigo de los instrumentistas, unido al canto de un José “Pepito” Gómez en el que parece haber reencarnado el mejor espíritu de Benny Moré, nos pone al momento en el centro de la pista de baile. Acá no hay nostalgia sino gozosa celebración de la producción musical de una de las potencias sonoras del mundo, un recorrido por algunos de los géneros que han puesto a medio planeta: mambo, rumba, mambo congo, salsa y otros; un viaje sensorial que nos recuerda el porqué llaman a Cuba la Isla de la Música. Para mejor muestra les recomiendo la escucha –si es que logran dejar los pies quietos– de temas como Otro nivel y La cosa, verdaderos monumentos al virtuosismo que evade la parafernalia y se pone en función del bailador. Orquesta Akokán es uno de esos álbumes que llegan para clavarse en todas nuestras listas de fiesta, una obra a la que siempre podremos a volver con la confianza de que hay ciertas músicas que nunca nos dejarán caer en el vacío».

Orquesta Akokán

Vibras, de J Balvin (Colombia)
Siguiente, de El David Aguilar (México)
Nocturno, de Anaadi (Brasil)
Identidad, de Miguel Siso (Venezuela)
Trending Tropics, de Trending Tropics (Puerto Rico/República Dominicana)
El mal querer, de Rosalia (España)
Claroscura, de Aterciopelados (Colombia)
Un nuevo día, de Harold López-Nussa (Cuba)
The Complete Cuban Jam Sessions (relanzamiento), de Varios artistas (Cuba)

 


 

José Manuel Gómez Gufi Redpem

JOSÉ MANUEL GÓMEZ GUFI (España)
Leche negra, de Fraskito (España)
«Es autor de canciones memorables para La Negra o Remedios Amaya. En 2008 incluyó a Lin Cortés en las colaboraciones, en 2010 a Enrique Morente y ahora le ha puesto una séptima cuerda a su guitarra, eso ha abierto su perfil literario hacia universos desconocidos para los flamencos. Fraskito nació para la música, como muchos gitanos, en el culto (Iglesia Evangélica de Filadelfia). Eso le da una dimensión más pop a su música aunque mantiene una conexión con los palos tradicionales y en este disco demuestra que ser cantautor flamenco en estos días requiere técnica y audacia. Abre con unas bulerías en el eje Jerez/La India para contar una dramática historia en que una niña es vendida en matrimonio. Luego se va al swing de Django Reinhart en Amor líquido, inspirada en los tratados del sociólogo Zygmunt Bauman que me parece una de las canciones del Siglo XXI. Adapta al poeta Paul Celan en Leche negra en el que aborda el holocausto nazi. El disco no es perfecto (La Leyenda del tiempo, de Camarón, y Omega, de Morente, fueron magistrales en sus erratas) pero contiene la mejor versión que he escuchado del Imagine de John y Yoko en la que la guitarra de siete cuerdas suena espléndida por alegrías con la pausa necesaria para que se escuchen las olas (los que conozcan la bahía de Cádiz saben de qué hablo). Culmina con las consignas de mayo del 68. Un disco necesario».

Fraskito Leche negra

Delirium Tremens, de Rosario La Tremendita (España)
El mal querer, de Rosalía (España)
Hijo de tigre, de Cumbia Chicharra (Francia)
Deixaas, de Mercedes Peón (España)
Voy, de Eme Alfonso (Cuba)
Experience, de Ariel Brínguez (Cuba)
Orkesta Akokán, de Orkesta Akokán (Cuba)
21, de Dani de Morón (España)
A través de la luz. Una ópera flamenca, de Fernando Vacas (España)

 


 

Betto Arcos Redpem

BETTO ARCOS (Estados Unidos)
Swing guaraní, de Purahei Soul (Paraguay)
«El pasado mes de septiembre, fui invitado a participar en el Paraguay Music Conference en Asunción. Fue una gran oportunidad para ver y escuchar en vivo una gran variedad de música con mucha identidad paraguaya. Uno de los grupos que mas me sorprendieron por su presencia en el escenario y propuesta musical fue Purahéi Soul, anclado por los cantantes Jennifer Hicks y Miguel Narváez. En el trabajo de este singular dúo confluyen varios géneros como el r&b y el jazz, creando una sonoridad afincada en la identidad musical paraguaya. Su disco debut, Swing guaraní, es un arco iris de canciones en castellano, en inglés y en guaraní, la segunda lengua oficial del país. Con las voces de este dúo fantástico, el “soul latino” tiene un gran futuro».

Purahei Soul Swing guaraní

Lluvia en el maizal, de Bituin (Colombia)
Fuerza arará, de Telmary (Cuba)
Guatemaya, de Doctor Nativo (Xxxx)
Igbo Alakorin (The Singer’s Grove), de David Virelles (Cuba)
Dreamers, de Magos Herrera & Brooklyn Rider (México/Estados Unidos)
El mal querer, de Rosalía (España)
Macha y el Bloque Depresivo, de Macha y el Bloque Depresivo (Chile)
Roza Cruz, de La Mecánica Popular (Perú)
Ofertorio ao vivo, de Caetano, Moreno, Zeca y Tom Veloso (Brasil)

 


 

Diego Londoño Redpem

DIEGO LONDOÑO (Colombia)
1995, de Mabiland (Colombia)
«Su chaqueta de cuero, sus botas rojas, su cabello a ras y su veintena de años, muestran a una chica con rudeza que se desvanece cuando orgullosa cuenta su historia de amor. Esa rudeza nuevamente se reactiva cuando toma un micrófono y cierra los ojos para cantar. Se hace llamar Mabiland, como quien sueña con una tierra repleta de sonidos, pero su nombre es Mabely Largacha, con sangre negra, con África en los poros, con el Pacífico en los pies, el jazz en el alma y el hip-hop en el corazón. Su música suena a mundo. Su canto es un mantra, es la reflexión de una vida que se convierte en poema, es el exorcismo de un amor o la alegría de vivir. Es la voz negra que nos recuerda la tierra, la sangre, la familia y el presente de un país que propone no solo desde el folclore, sino desde el jazz, el blues, el rock y la rima callejera. Mabiland nos presenta un disco llamado 1995, por ser el año de su nacimiento, un álbum que revolcó la escena alternativa colombiana y que probablemente llegue a Iberoamérica muy pronto. Este trabajo es visceral, sincero y más que rap, world music, es quizá la pieza sonora que devela una nueva voz internacional que desde lo raizal de su esencia, le muestro al mundo otra Colombia».

Mabiland 1995

El mal querer, de Rosalía (España)
Claroscura, de Aterciopelados (Colombia)
Fuego artificial, de Las Ligas Menores (Argentina)
Trending Tropics, de Trending Tropics (Puerto Rico)
Espejo, de Javiera Mena (Chile)
Encanto tropical, de Monsieur Periné (Colombia)
Los Ángeles, de Mitú (Colombia)
Buitres, de Diamante Eléctrico (Colombia)
Boleros y canciones, de Poli y Prietto (Argentina)

 


 

REDPEM Cristóbal González

CRISTOBAL GONZÁLEZ (Chile)
Nada es para siempre, de Jorge González (Chile)
«A casi veinte años del recordado disco Tributo a Los Prisioneros, se acaba editar Nada es para siempre, un registro del concierto homenaje a Jorge González celebrado en el Movistar Arena a finales de 2015. El punto de unión entre estos dos álbumes es el repertorio escogido y la aproximación, diversa, a éste. En ambos discos encontramos las canciones más célebres de Los Prisioneros (y de Jorge González, en el segundo), reinterpretadas en las voces de los más destacados músicos chilenos. El concierto se realizó pocos meses después del ACV que afectó al ex líder de Los Prisioneros. Conmovidos por su situación de salud, su banda y diversos colegas se juntaron para celebrar en vivo la fuerza y vigencia de estas canciones, algunas con más de treinta años de vida, razón por la cual su interpretación posee una fuerza y emoción mayor. Secundados por quienes fueron parte durante años la banda estable de González (Gonzalo Yáñez, Pedro Piedra, Jorge de la Selva, Felipe Carbone y Ed Quiroz), artistas como Florcita Motuda, Álvaro Henríquez, Javiera Mena, Roberto Márquez, Gepe, Manuel García, Beto Cuevas y Zaturno, entre otros, tributan en esta placa parte importante del repertorio Prisioneros. Lo realmente novedoso en este DVD y CD, son los acercamientos y versiones al repertorio solista de Jorge González, un catálogo a veces eclipsado por las canciones de Los Prisioneros, pero donde también abundan los clásicos y singles que merecían un justo saludo musical. Allí están Esta es para hacerte feliz, rescatada por Gepe; Esas mañanas, abordada con sensibilidad por Manuel García y Mi casa en el árbol, cantada por Gonzalo Yañez, quién a la vez fungió como director musical del espectáculo. Pero el punto de emoción más intenso del disco lo aportan sin duda las canciones interpretadas por el propio Jorge, quién realizó un esfuerzo muy grande para, en medio de su recuperación, poder estar presente y cantar en el show. Abordando primero varios temas de sus discos grabados en Alemania (la trilogía de Berlín, como es conocida) el segmento de González en el disco incluye Hombre, de su primer álbum homónimo y culmina con algunos clásicos de Los Prisioneros, siendo el más intenso en emoción El baile de los que sobran, cantado con Miguel Tapia, baterista y miembro histórico del trío de San Miguel. Nada es para siempre es un disco valioso e interesante pues resume, por un lado, las más importantes canciones de Jorge González, versionadas por músicos destacados del medio chileno; la variedad de voces presentes hablan de un reconocimiento transversal a su obra y le ofrecen al escucha una experiencia atractiva por su diversidad y la emoción impresa en cada uno de ellas. A la vez, el disco es un documento de un momento importante, una noche histórica para la música en la que mucha gente y músicos se juntaron con el objetivo de rendir tributo a una trayectoria destacada a nivel latinoamericano».

Jorge González Nada es para siempre

Elefantes marinos, de Zapato 3 (Venezuela)
Nacemos libres, de Weichafe (Chile)
Llamadas Vol. 3, de Joe Vasconcelos (Chile)
Tambobrass, de La III Caravana (Chile)
Algún día volverás, de Santa Feria (Chile)
Macha y el Bloque Depresivo, de Macha y el Bloque Depresivo (Chile)
Unplugged MTV, de Los Auténticos Decadentes (Argentina)
Norma, de Mon Laferte (Chile)
Te esperé, de Amandititita (México)

 


 

Mixar López Repdpem

MIXAR LÓPEZ (México)
Fuego artificial, de Las Ligas Menores (Argentina)
«Editado por Discos Laptra de “Santi y Compañía” (mejor conocidos como Él Mató a un Policía Motorizado), Fuego artificial es la joya de esa melódica, amistosa y yonqui casa disquera, y también la gema de todo este año. Un álbum colmado de la tristeza que da ver perder a tu equipo de fútbol favorito de la Liga Menor. Decepción pura, melancolía, giros vertiginosos de cadera, causecuencia y falta de pericia con el balón, de intrepidez, de talento y de visión, como en el fútbol de barriada, el más auténtico; tipos batiéndose en el lodo, detrás de un balón desgajado; lo más elemental en la vida, el fútbol, como dice Werner Herzog: “Un juego que se puede leer muy fácilmente”. –Y por eso le gusta el jugador Busquets–, “Él viene con cinco contra él y lee la jugada, y los para, pero siempre termina enredándose”. Perder. Las Ligas Menores hace lo mismo con su indie rock universal, porque es un riff que habla de nuestras derrotas, las del fútbol y las del corazón. La vida y el fútbol pueden pararse todo un año, después de escuchar su Fuego artificial, y después puede seguir, pero tras definir con creces en un solo plástico el concepto del rock, la amistad y el balompié, las tres cosas más importantes en esta vida. “De qué me sirve quejarme/ si siempre es lo mismo/ de qué te sirve escucharme/ si nada de lo que digo tiene sentido”, cantan en Crecer. Un balón cargado de pesimismo a punto de rodar en el campo de tus días».

Las Ligas Menores Fuego artificial

Obsesa, de Romina Peluffo (Uruguay)
Magia infinita, de Zeta (Venezuela)
Monte sagrado, de Draco Rosa (Puerto Rico)
Strictly For The Leader, de Logan Hate (México)
Mar Rojo, de Neptuna (México)
A volar, de Juan Wauters (Uruguay)
Futuro ausencia, de Pyramides (Argentina)
Sesiones Avandadoom, de Pirámides (México)
Cargar la suerte, de Andrés Calamaro (Argentina)

 


 

Luis Daniel Vega - Redpem

LUIS DANIEL VEGA (Colombia)
Ciclo del exilio, de Guillermo Rendón García por Guillermo Bocanegra (Colombia)
«Guillermo Rendón García nació en Manizales, Caldas, en 1935. Es el único vivo de una generación de compositores, de la que hacía parte Jaqueline Nova y Jesús Pinzón Urrea. Es organista, director de orquesta y etnógrafo. Su vasta obra –atravesada por la disonancia, las estructuras aleatorias y un sistema de grafía inventada por él mismo– abarca experimentos sinfónicos, cantatas y un amplio rango de música de cámara. Su biografía, guardada con discreción, nos revela un par de asuntos fabulosos: descubrió y elaboró la gramática del umbra, un idioma indígena –de las tribus de la Provincia de Anserma– que se creía desaparecido hace 450 años, y le enseñó a cantar a una bandada de tórtolas que lo visitaban en su casa. Esto solo para ilustrar someramente a un personaje inverosímil. Si bien su obra musical es prolífica y paradigmática, no ha sido grabada sistemáticamente. Y en eso parece compartir la misma triste suerte de los compositores colombianos contemporáneos: son escasos los esfuerzos por registrar parte de esa memoria sonora. Por eso son tan bien recibidos gestos de entusiasmo como los del guitarrista Guillermo Bocanegra, quien publicó Ciclo del exilio, quizás una de las creaciones más emblemáticas de Rendón García. Estrenada originalmente en 1985, Ciclo del exilio está dividida en siete movimientos, nombrados los seis primeros con fragmentos del poemario Circuito cerrado, de Edmundo Perry. Es una obra monumental para guitarra sola que “… hunde sus raíces en un pasado inmemorial de América…”, según palabras del compositor argentino Martín Virgili, quien afirma con encanto que se trata de una música misteriosa y secreta. Además de la maratónica interpretación de Bocanegra –recordemos que la pieza tiene una duración aproximada de cuarenta minutos– la publicación cuenta con una minuciosa y experimental investigación acerca de la figura enigmática de Rendón y su colosal obra. Bocanegra –miembro del trío de guitarras Trip Trip Trip– entrega todos sus argumentos técnicos para al final, resolver en dibujo (petroglifos) el extravagante universo sonoro de Rendón. A sus 83 años el compositor manizalita sigue vigente. Otro Guillermo le ha rendido un tributo amoroso que por fortuna se cristalizó en disco. Es una gran oportunidad para conocer la obra de quien se trata, en muchos aspectos, de uno de los compositores vivos más importantes del Siglo XX en Colombia».

Tramontana, de Juan Andrés Ospina Big Band (Colombia)
Montañero, de Edson Velandia (Colombia)
Rhodesia, de N. Hardem & Las Hermanas (Colombia)
Cumbias internacionales, de Tita Duval y el Nuevo Ritmo de Bobby Rey (Colombia)
Mezcla, de Sango Groove (Colombia)
Esbozos del llano, de Cachicamo (Colombia)
2018, de Espinoza (Colombia)
Antigueto parlante, de Morfonía (Colombia)
Transparencias, de León Giraldo (Colombia)

 


 

Gabriel Plaza Redpem

GABRIEL PLAZA (Argentina)
Trino, de Aca Seca (Argentina)
«En 1999, los planetas se alinearon en la ciudad de La Plata (Buenos Aires). Tres compañeros de la universidad que cursaban la carrera de composición y dirección coral y orquestal daban nacimiento al trío Aca Seca, un grupo de vanguardia en la música popular argentina, compuesto por Juan Quintero (guitarra y voz), Andrés Beeuwsaert (piano, teclados y voz) y Tiki Cantero (percusión y voz). El trío reconvierte este neologismo norteño en un proyecto de singular belleza. En ese nombre de origen quechua (“aca” significa literalmente mierda) está escondida una apuesta y una reivindicación estética. ¿Cómo reconvertir la mirada prejuiciosa sobre la música de raíz folclórica para exaltar todos sus valores intrínsecos, su musicalidad, armonía y poética? Desde ese punto de partida, que se fue ampliando a toda la canción latinoamericana a lo largo de cinco discos, el trío se transformó en una referencia estética del Siglo XXI. En Trino, su quinto ábum, desarrolla esa poderosa energía vocal-instrumental (un laborioso entramado que el Cuchi Leguizamón impuso con el Dúo Salteño en los años sesenta), donde vuelve al juego de palabras y significados con un repertorio contemporáneo donde figuran temas de su propia cosecha y de autores como Sebastián Macchi, Jorge Fandermole, Hugo Fattoruso y Edgardo Cardozo. El álbum es una excusa para reflejar una manera de sentir la vida en este lado del mundo. “Al estar siempre volviendo, llevo conmigo mi casa. Debo seguir el camino hasta sentir el camino yo soy. Si señor, si señor, el camino yo soy”. La composición de Edgardo Cardozo es una metáfora de la identidad de Aca Seca, un compendio de aprendizajes de sus búsquedas personales en la música de raíz folclórica, el jazz, la cadencia brasileña y rioplatense, la canción de autor y lo barroco. Después de este viaje musical, un nuevo mundo se abrirá frente a nuestros ojos y oídos».

Aca Seca Trino

Martingala, de Julieta Lasso (Argentina)
El mal querer, de Rosalía (España)
La huella en el cemento, de Sofía Viola (Argentina)
Franco, de Lucas Monzón (Argentina)
Fuego artificial, de Las Ligas Menores (Argentina)
Copla viva, de Los Besos (Argentina)
Reminiscencia, de Mono Banegas (Argentina)
Musas Vol.2, de Natalia Lafourcade (México)
Folclor imaginario, de Gepe (Chile)

 


 

Redpem Umberto Pérez

UMBERTO PÉREZ (Colombia)
Antigueto Parlante, de Morfonía (Colombia)
«Antes de que los grupos de rock bogotano pretendieran serlo a partir de su facha y sus pretensiones socialmediáticas imaginarias, estaba Morfonia, una banda capitalina que se echó a rodar a comienzos de los 90 y retrató el desquicio de una ciudad bombardeada y la náusea hacia un Estado que casi resulta fallido. Delirio, libertad, riesgo y altura, sintetizan el espíritu de una banda que, sin miedo a la derrota, se la jugó entera por recrear el sonido del caos colombiano del fin de siglo apelando al punk, el metal, el free jazz, el pop y la tradición. Veinte años después de la grabación y edición de Morfonia en vivo, su álbum de debut que se transformó en un faro para algunos de los músicos colombianos que heredaron la misión de mantener encendida la llama de la curiosidad desbordante, y luego de varios episodios intermitentes entre los que se cuenta un disco que existe pero nadie tiene y varios cambios en su formación, Antigueto parlante, el cuarto álbum de Morfonia, tiende un puente con su sonido y lo restaura en medio un contexto siniestro, como si nada hubiera cambiado. El guitarrista Rodrigo Mancera y el baterista Gregorio Merchán, tándem creativo e histórico de la banda, respaldados en el bajo de Johnny Marroquín, los saxos de Felipe Silva y los sintetizadores de David Castiblanco, dan forma a once momentos sonoros con canciones como Calibre 24, Chandoso, Lo que soy, el hip-hop La jugada o la versión de Hijos de tigre de Aterciopelados, en las que señalan a la corrupción, el machismo, el arribismo y la violencia como males endémicos de Colombia; y poderosos e hipnóticos parajes instrumentales como Santa Isabel, Champetool, 11 sur o S.O.S Primero de enero en los que retratan a una Bogotá que transita entre el vértigo y el encanto, como cuando comenzaron, como cuando el rock de acá no posaba en las revistas».

Morfonia

Violética, de Nacho Vegas (España)
Lluvia en el maizal, de Bituin (Colombia)
Antología del cante flamenco heteredoxo, de Niño de Elche (España)
Obras cumbres, de Los Andes (Argentina)
Ofertorio ao vivo, de Caetano, Moreno, Zeca y Tom Veloso (Brasil)
Esbozos del llano, de Cachicamo (Colombia)
Doce, de Tomi Lebrero (Argentina)
De los montes vienen bajando, de Supersón Frailejónico (Colombia)
Me recordarán, de Carmelo Torres y su Cumbia Sabanera (Colombia)

 


 

Homero Ontiveros REDPEM

HOMERO ONTIVEROS (MÉXICO)
Pistola de balín, de Da Pawn (Ecuador)
«Pistola de balín es el tercer disco de la banda ecuatoriana Da Pawn, producción en la que resaltan las guitarras y los ambientes nostálgicos creados entre melodías creativas. En esta grabación es evidente la evolución y madurez de un sonido que ha venido construyendo desde hace ocho años; un sonido que bien puede tener sutilezas, momentos suaves donde las voces pasean tranquilamente entre las armonías, y otros donde las guitarras alzan la voz y se plantan fuertes y seguras. Y sin embargo, Pistola de balín también rompe a la vez con Verano en coma, su anterior trabajo, en una especie de reinventarse como banda y como compositores. Son trece canciones que si bien abogan por las temáticas personales e intimistas, por momentos también señalan situaciones incómodas de la sociedad, como en el tema que da título al disco, en el cual se habla de la manipulación y la mentira usada contra las personas. En cuanto a la música, podemos decir que el disco está compuesto por tres tipos de canciones: unas donde se percibe un acercamiento a las sonoridades del rock clásico, otros donde las atmosferas folk son acompañadas por melodías suaves y guitarras acústicas y una última parte con elementos electrónicos y modernos que aportan pasajes sonoros más actuales; aunque en las otras partes no es que carezcan de actualidad, sino que se trata de música sin dirección a la tendencia, pero con rumbo a la expresión propia y genuina. Por momentos podemos encontrar aires de Radiohead, por un lado, y de Elliot Smith por el otro, además de una clara presencia de The Beatles. Hay una tendencia hacia la nostalgia y la melancolía, además de correr sin problema riesgos musicales apostando por melodías y armonías alejadas del lugar y del sonido común. No llega a la experimentación, pero sí a la apuesta sonora. Ecuador está pasando por un muy buen momento musical reforzando una escena que encuentra un sonido e identidad propia. Suele siempre ponerse el reflector sobre las grandes ciudades que cuentan con públicos masivos o más grandes; sin embargo, muchas de las cosas interesantes que se están haciendo en Iberoamérica se encuentran en lugares a donde el reflector de la industria latinoamericana aún no llega. Y a veces es mejor que no llegue para que no se devore lo que las propias bandas han creado anteriormente. Con este disco, Da Pawn es un claro ejemplo de las bandas que buscan enriquecer un sonido propio y no abultar la oferta que se abraza a la tendencia pasajera. Pistola de balín es un paso preciso e importante en un grupo que refresca la actualidad de la escena latinoamericana y en el que queda claro el amor y respeto a la música y las canciones».

Da Pawn

El mal querer, de Rosalía (España)
Deus é mulher, de Elza Soares (Brasil)
Folclor imaginario, de Gepe (Chile)
Bienaventuranza, de Chancha Vía Circuito (Argentina)
Monte sagrado, de Draco Rosa (Puerto Rico)
Claroscura, de Aterciopelados (Colombia)
Casas, de Rubel (Brasil)
Lo eterno, de La Barranca (México)
Pintura de guerra, de Los Mundos Posibles (Argentina)

 


 

Los más mencionados en las listas de los miembros de REDPEM
El mal querer se impone como el disco iberoamericano de 2018, un álbum que ha impactado el gusto de propios y ajenos, no sólo en los países de habla hispana sino mucho más allá; una obra que posiciona a Rosalía como una figura a seguir muy de cerca en lo sucesivo. Además, el folclore ha conseguido un lugar predominante en la producción musical del año, sobre todo gracias a los álbumes de dos voces sudamericanas: Sofía Viola y Gepe, quienes han hecho maravillosas canciones inspiradas en los sonidos de su tierra. Por su lado, la brasileña Elza Soares vuelve a demostrar que el talento no tiene edad y que el suyo en particular, a sus años, pasa por uno de los mejores momentos de su vida.

El mal querer, de Rosalía: 15
Folclor imaginario (Canciones recopiladas por Margot Loyola Palacios y algunas otras que parten desde ahí), de Gepe: 9
La huella en el cemento, de Sofía Viola: 6
Deus é mulher, de Elza Soares: 6
Claroscura, de Aterciopelados: 6
Violética, de Nacho Vegas: 5
Lluvia en el maizal, de Bituin: 5
Montaña sagrada, de Draco Rosa: 5
Vibras, de J Balvin: 4
Fuego artificial, de Las Ligas Menores: 4
Ofertorio ao vivo, de Cateano, Moreno, Zeca y Tom Veloso: 4
Canciones y boleros, de Poli y Prietto: 3
Norma, de Mon Laferte: 3
Trending Tropics, de Trending Tropics: 3
Antología del cante flamenco heteredoxo, de Niño de Elche: 3
Lo eterno, de La Barranca: 3

 


Sobre REDPEM
La Red de Periodistas Musicales en Iberoamérica (REDPEM.IB) tiene como objetivo conectar a los periodistas especializados en música iberoamericana para intercambiar información, generar  contenidos, trabajar en conjunto con otras redes (de productores, promotores, agentes de prensa y festivales), facilitar contactos y compartir miradas sobre la profesión y, fundamentalmente, sobre el tema que apasiona a todos, la música.
Fundada en 2015, REDPEM agrupa hasta la fecha a profesionales de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Brasil, Venezuela, México, Estados Unidos y España y ha participado en distintos mercados y ferias musicales de América Latina (Circulart de Medellín, Colombia; FIMPro de Guadalajara, México y el Festival Jazz Ecuador) realizando talleres, debates y conferencias.