Carlos Castán exhibe en su debut una sutil aproximación a la novela negra, en la que mezcla un suceso luctuoso con las reflexiones sobre el concepto de fracaso y la etera presencia de la culpa.
Qué: Libro (edita Destino)
Se ha hecho esperar. Castán, de 53 años, es un bicho raro de las letras españolas. En 1997 sacó el volumen de relatos Frío de vivir y el mundo se volvió loco. Sin embargo, este profesor de secundaria alojado en Huesca ha tardado todo este tiempo –los sucesivos relatos iban calmando la sed de sus fieles– en publicar su primera novela. En ella cuenta la historia de Jacobo, viejo amigo del narrador; ambos se acaban de trasladar a Zaragoza después de fracasar en sus respectivos matrimonios. Allí comparten su huida hacia ninguna parte; un día, Jacobo empieza a tener un miedo irracional a la soledad; necesita una presencia constante y su amigo le ayuda a controlar esta ansiedad. Una noche, Jacobo aparece apuñalado; el narrador, que se debate entre la tristeza genuina causada por el suceso y una extraña liberación de su propia carga personal, decide tomar el relevo de su vida. Así conoce a una mujer, Nadia, que se convertirá en su obsesión: ambos emprenderán la investigación de la muerte de Jacobo, en la que factores como la culpa y la reflexión sobre la futilidad de la vida tendrán mucho que ver.
