Daniel Portavella echa una mirada atrás a su larga carrera y rescata temas de diversas procedencias, unidos por un espíritu curioso que supera cualquier barrera estilística.
Qué: Disco (edita Chesapik)
Banjim Banjam suena a fórmula mágica que pretende retar a la razón y alterar las leyes físicas en el tiempo que se tarda en deletrear el conjuro. Algo de eso hay en Daniel Portavella, un fan de Spiderman que gusta de ir a su aire en la parcela musical. Ha pasado por bandas con el calado de Eclipse o Dusminguet, reservando el tiempo suficiente para componer sus propias canciones y dar rienda suelta a un mundo interior alucinado; todo cabe en su esquema personal, desde el punto ácrata de las orquestas balcánicas a las historias de perdedores. A la hora de expresar ideas, lo mismo le sirve un sintetizador, la guitarra que le ha acompañado media vida o instrumentos construidos por él mismo. Ahora ha jugado con la introspección selectiva, para extraer de su disco duro los temas más emocionantes del repertorio acumulado durante más de una década. Hay pop folkie, experimentación –no se pierdan Dracul–, flamenco, aires magrebíes y éxtasis contemplativo en un tema tan sugerente como Eoli en un lluny. Harry Dean Stanton hubiera encontrado alivio oyéndola en cualquiera de aquellas cantinas exploradas en París, Texas, el filme de Wim Wenders que cumple ahora treinta años; incluso Nastassja Kinski le hubiera dedicado un guiño.
