La obra gráfica en relato (lineal, episódico) posibilita la exacerbación de las emociones de un modo único. Si además haces que la música sea la masa madre de la receta, muy mal tiene que ir la cosa para que el resultado falle. Y Juanjo Sáez es un masterchef.
Qué: Libro (edita Sexto Piso)
Partirse en dos, o en ocho. Conectar con el niño que llevamos dentro, por muy aterradora que suene la frase para nosotros los machotes si la trasladamos al plano gráfico. Constatar la fuerza del dibujo naif al abordar emociones de juventud y revivirlas desde la atalaya de la madurez. De todo eso sabe un rato Juanjo Sáez, cuarentón de la quinta que pasó de Naranjito a los Smiths, alucinó con La bola de cristal, se hizo adulto con Los Planetas y Sonic Youth y se aferra a los trenes de alta velocidad con Arcade Fire. De todo ello habla (con viñetas, dibujos, fotos y textos al pie que complementan las imágenes) en esta obra que fuera puntualmente fascicular en la revista Rockdelux y que ahora edita Sexto Piso: una autobiografía de imágenes cosidas a referencias musicales (tremenda la llantina con Manos de Topo, a medias entre el drama y la carcajada; lapidaria la visión desértica de Madrid con Ornamento y Delito; críptica y apabullante la Autosuficiencia de Parálisis Permanente; maravillosa la reflexión junto al Mediterráneo de Serrat) y plagada de nostalgia, en la que cada nota tiene su sitio adecuado en la estrofa, y cada estrofa conduce invariablemente a una voz que antepone la sorna al humor fácil y el guiño a la sentencia. ¿Otro botón de muestra? La página de Franz Ferdinand: «son unos antiguos y no me gustan, pero me recuerdan a mi padre; eso me encanta».
