Jurgi Ekiza ya se ganó el respeto de su gremio encuadrado en el proyecto Willis Drummond. En este esfuerzo personal, en el que asume además toda la instrumentación, juega hábilmente con el tuya-mía entre la delicadeza y la fiereza, la mirada hacia adentro y la baliza de situación en plena deriva.
Qué: Disco (edita Bidehuts)
Desde Bayona, en el corazón de Iparralde, Jurgi Ekiza se ha marcado un disco emocionante. La comprensión espiritual supera sin esfuerzo la barrera del idioma (para los no euskoparlantes, claro) y, de hecho, se sirve de la musicalidad de la lengua vasca para retar al vúmetro de la mesa de mezclas, del cero al rojo: este disco con nombre de matrícula, grabado por Karlos Txap Osinaga en el Bonberenea tolosarra (una espacio plural que aúna gaztetxe, estudio y sala) con el pulso respetuoso del que sabe usar el bisturí en el momento preciso, es un viaje en canoa por la médula espinal, desde las raíces (dorsales y ventrales: nada queda sin estímulo) hasta cada una de las terminaciones nerviosas. Ea? es una nana que despierta en vez de adormilar, y Atacama un homenaje de arcilla y desierto a la interminable superficie del norte chileno, con la letra henchida de cromatismo: «menos el cielo, todo diferente. Aquí el agua es amarilla, roja, verde. Al parecer, dos mil colores florecieron hace cuatro años en esta tierra gris». La palma se la lleva quizá Ontziak, kanoiak, itsaso gorri baten gainean (Los barcos, los cañones, sobre un mar rojo), que reza así: «solo el sueño lo calma de verdad, el sueño nos separa. Cuando por fin duerme, todo se acaba, cuando duerme… su cuerpo que envejece se hunde, el pelo le esconde en parte la cara y sus manos ya no tiemblan. Acaso mira a lo lejos a través de sus párpados?». La magnífica coda, titulada Fin, es el lazo azul y envolvente que dota al conjunto de su condimento perfecto.
