Para todos los que recordamos Crematorio como una de las ficciones televisivas españolas más valientes de estos últimos años, la llegada de La zona es como un maná de expectativas para las cuales parece no haber límite.
Ya en su momento, por medio de Crematorio, los hermanos Sánchez-Cabezudo sentaron las bases de que una renovación en la ficción televisiva española era posible. Aquella serie de tono oscuro y profundo malestar crítico contra las entidades corporativas abrió un camino que, desgraciadamente, tampoco ha sido vuelto a pisar.
Han tenido que ser ellos mismos quienes, a través de una distopía posnuclear, se enfrenten al compromiso de ofrecer un nuevo punto de inflexión dentro de las series en España. Así lo es desde la misma formulación a la hora de grabarla: como si fiera una película maratoniana, ofreciendo la posibilidad de abrir senderos narrativos imposibles de concebir bajo el formato del capítulo cerrado.
Partiendo de esta estructura, La zona va creciendo a través de urbes desoladas y naturaleza en estado vivo. La idea de la localización como si se tratara de un personaje más cobra fuerza a lo largo de un metraje donde también reluce el despampanante cartel actoral. De Eduard Fernández a Emma Suárez, pasando por Alexandra Jiménez, las posibilidades de estar ante un fenómeno televisivo crecen como un suflé.
Al igual que en Crematorio, uno de los puntos fuertes del drama se basa en la habilidad de los hermanos Cabezudo para hacer del silencio la más narrativa de las angustias. Contando con estos mimbres, todo lo que venga a mayores, mejor que sea descubierto sin más spoilers.
