El dúo castellano Fetén Fetén prosigue con su labor de recuperación de la memoria perdida entre las rendijas de la materia pop. Canciones que nos devuelven a un estado anterior, donde la música estaba hecha con profundo arraigo popular.
Qué: Disco (independiente)
Que en la primera canción de un álbum de hoy en día se confunda el sonido de las olas con un acordeón oteado por violines de barra de bar mientras las gaviotas ponen voz a su sentir marinero, es suficiente razón para preguntarnos si no nos habremos despertado en algún pueblo costero de comienzos del Siglo XX.
Tal sensación, ajena a coordenadas tangibles de hoy en día, es la proyectada tanto en esta Fandangos y txalupas como en cualquiera de la otra decena de canciones hermanas que navegan entre los mares transcontinentales de este álbum. No hay más que echar un ojo a títulos como Pasodoble del Magreb, Tanguillos chicucos, Miña terra no corazón o Little Italy para entender la misión de estos dos arponeros de la tradición perdida e, incluso, imaginada.
Sonidos folclóricos que nacen para acompañar la vuelta del marinero casa, una boda en una playa perdida del Atlántico o para poner color a una cogorza en una taberna de pueblo. Un álbum de fotos ajadas con el paso del tiempo que Fetén Fetén recupera en sentido trabajo de investigación destinado a devolverles el color con acervo instrumental.
Y todo por medio de toda una sucesión cuasi circense de instrumentos musicales que recuperan lenguas tan en desuso que su mera enunciación forja un diccionario de escenas invocadas para recordarnos el valor de la alegría espontánea y la vida sin traductores internáuticos de nuestras palabras.