El grupo argentino Chancha Vía Circuito regresa con un haz de luz bajo la manga: Bienaventuranza, su cuarto disco de estudio, rebosa de canción popular latinoamericana y consolida un mágico híbrido de folclore regional con instrumentación tradicional y digital sin ambages.
Qué: Disco (Wonderwheel)
Si han visto en directo a Chancha Vía Circuito podrán advertir que el semblante de Pedro Canale transmite paz, humildad y sencillez, en consecuencia con gran parte de su repertorio. Su talla mediana se expande con el sonido que hace manar de instrumentos folclóricos tradicionales, al manipular la mesa digital o al dar lugar a sus colegas, Kaleema (en ZdeO reseñamos ya el preciosista Nómada) y Federico Estévez. No hace falta un crooner o un frontman en el neón para arengar con su música: Bienaventuranza es la manifestación de la dicha en movimiento, confirmada en un cancionero popular que reboza de luminosidad por donde se le entre.
Si vamos en orden, Los pastores abre la ceremonia: charanguito, sabor andino que nos lleva a Amansará, el disco anterior, como para probar resabios antes de dar un salto a lo nuevo. Se escinden las sonajas y enseguida estamos en Ilaló, con el ecuatoriano Mateo Kingman. Grillos, bichitos de luz, se enciende el beat, se carnavalea (si fuera más lento tal vez sería un huayno), puntean las cuerdas, se rapea en el groove bailotero.
En Baru entra el viento andino y un breakbeat de gritos en un rito que consuma el fuego. Y tras un temblor de ruido, ingresa Miriam García en Nadie la riega, gran coplera que acompañó mucho a Pedro en los directos del álbum anterior. Sierra nevada nos regala danza festiva, inquieta, rozagante, con groove potente entre vientos de melaza. La canción popular anónima Niño hermoso es melodiosa, colorida, dulce y expansiva en el canto de Gianluz: «El sol que estaba atento / también me quiso hablar // La luna que espiaba / la espuma hizo brillar (…) // Niño hermoso / a la madre has de escuchar».
¿Notaron que Chancha nos lleva hacia el cosmos y la tierra en cuestión de segundos? Ya en Ilaló había romance planetario y ahora vamos al de nuestra más tierna infancia, con el pequeño interludio El señor del flautín. Volvemos al contoneo con La victoria y visos caribeños con la colombiana Lido Pimienta, dueto y roce raggamufin junto al también colombiano Manu Ranks, «agradeciendo a la familia / mirando el horizonte con una sonrisa / con la mente bien positiva / sacándole el jugo a la vida».
Kawa kawa sale con Kaleema, mantra melodioso para un viajecito sinuoso siempre en ascenso y empalmamos con la Alegría andina, con las gradaciones de azules en el cielo, un poquito de IDM para recordar a los espectros de la modernidad. Y no olvidamos a nuestros ancestros: Indios Tilcara renueva la ceremonia y ahí vamos todos bailando para terminar en Gira gira, los pajaritos regresan y conversamos sobre el amor. Aunque el mismo Pedro señala que no se propuso hacer música de sanación, Bienaventuranza es un obsequio que nos transforma y acerca a nuestras más profundas emociones con nobleza y candor.