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viernes 4 de octubre de 2024

Sábado, domingo

El escritor madrileño Ray Loriga publica Sábado, domingo, una novela que poco cuenta y, sin embargo, resulta adictiva. Una noche de sábado, un hecho insólito, un lapsus de veinticinco años y un domingo que lejos de disipar dudas reincide en aquel primer instante. ¿Qué ocurrió aquel sábado?

Qué: Libro (edita Alfaguara)

Verano de 1988, Federico va a ir a la fiesta de despedida de su prima Gini con Chino, su vecino. Antes, deciden pasar por el VIPS de López de Hoyos y allí conocen a Fernanda, la camarera. Ella se convertirá en una pieza clave dentro de aquel fatídico sábado.

Federico y Chino son lo que cualquier artículo de clickbait podría definir como relación tóxica. Aquí no hay amor, ni tampoco odio; más bien una simbiosis cadente destinada al fracaso. Una amistad sin lealtad. Una lucha de egos que se convierte en el desencadenante de un hecho sorprendente y que resulta tan cómica que llega a despertar ternura.

Sábado, domingo es la transcripción de aquel sábado contado por un Federico de 1988, un niño pijo, hijo de nuevos ricos. El discurso del Federico de hace más de treinta años no avanza en la trama, más bien lo hace en círculos. Un hecho insólito que no termina de ser desvelado y que cuando parece que la historia progresa, el protagonista vuelve a dar una vuelta más. Paciencia, es la esencia para conseguir saber qué ocurrió aquel sábado y, créanme, merece la pena dejarse marear por Federico.

El domingo nos devuelve a un tiempo más actual, concretamente a 2013. Federico ya no es el niño pijo de entonces, sino un narcisista egoísta, divorciado, algo alcohólico y egocéntrico hasta límites inmensurables. El discurso de Federico vuelve a tornarse caótico, en esta ocasión embriagado por la vanidad expuesta que en una primera parte encontrábamos latente y oculta bajo la personalidad de un adolescente. Pero no, no era la edad del pavo, Federico es tal cual. Y sí, les va a caer mal.

Sin embargo, es esta misma egolatría la que hace que el lector no pueda levantarse del sillón sin saber qué ocurrió aquel sábado. Al final, podrán conocer el desenlace de aquel hecho insólito, porque como bien dice nuestro Federico más tierno y engreído «no ha sido un mal domingo a pesar de todo».

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Ray Loriga Sábado, domingo
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