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lunes 7 de octubre de 2024

La exclusión

Niño de Elche

Niño de Elche vuelve a retar a las entendederas (o a quienes pretenden tenerlas) con este trabajo en cuatro ejercicios sonoros que sobrecoge, enerva, angustia, hechiza y remueve. Una burrada que no solamente trasciende los corsés estilísticos, sino que directamente los ningunea.

Qué: Disco (Sony Music)

No hay una forma recomendada de escuchar este disco, nada de «recomendable su escucha a oscuras, cuando la noche rompa el día» o sandeces similares. No hay razón para regalar epítetos de ningún tipo a Paco Contreras, Niño de Elche, el artista. Como mucho, uno o dos.

Dicen los textos promocionales y el propio Paco que aquí se cuentan cosas. Pues vale. El caso es que el oyente se zambulle en el disco y aparece de pronto rodeado de agua negra, árboles alrededor, se adivina una pradera al fondo. Once minutos y medio después del arranque de la primera pieza, trufada de rebuznos de los burros (registrados en una reserva de Rute, Córdoba) aparece Paco recordando que Borges hablaba de un asno monstruoso de tres patas y nueve bocas.

En el segundo corte, Paco canta. Una gaita hermosa y horrísona a la vez le acompañará un rato, y se quedará luego de invitada a la bacanal sonora de doce minutos, culminada más tarde por unas campanas de iglesia. La tercera pieza comienza dodecafónica, ¿son los ensayos de una sinfónica decidida a llegar a los extremos esa noche, cuando se abra el telón? Quizá. De pronto entra Paco, inquietante, la voz que moja, sobre un bombo en redoble que convertirá el tema en el tren portador de un coro de malditos.

Llega el cierre: asoma un momentito el cantaor que dice «en la manga de un viejo la ceniza apagá es cuanto sobrevive de la rosa quemá, polvo que en aire flota, flota suspendío, marca el lugar donde, una historia ha sío». Tras cinco minutos, llegan siete más recubiertos de un manto sonoro ensordecedor, como miles de insectos batiendo sus alas a la vez, un alarido mudo sin venas hinchadas en el cuello que puede evocar a la agonía.

De pronto, calla (otra vez doce minutos), y todo fluye hasta la mar, que es el morir. Nuestras vidas son los ríos, la barca de Caronte, el navegante en solitario que llega a Terranova, un barrio de Elche y un niño mirando la pared, tarareando, pensando en que dentro de unos años la va a liar de verdad.

Niño de Elche La exclusión

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