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viernes 26 de abril de 2024
Foto: Stephanie Orentas

Una rosa

Xenia Rubinos

Cinco años después de Black Terry Cat, su álbum anterior, Xenia Rubinos, la artista estadounidense de raíces cubanas y puertorriqueñas recurre con más decisión que nunca al cancionero y la lengua de sus ancestros, pero sin abandonar jamás su proverbial espíritu exploratorio. ¿El resultado? El mejor disco de su carrera y uno de los lanzamientos musicales más atractivos del último año.

Qué: Disco (Anti)

Xenia Rubinos nació en Connecticut y vive en el barrio de Brooklyn, Nueva York, pero el imaginario sonoro y visual de su trabajo artístico está impregnado de los sonidos, colores y dinámicas culturales del Caribe. Una rosa, su magnífico tercer álbum, no podría ser entendido a cabalidad si no reparamos en la profunda conexión (o, mejor, «reconexión») con sus orígenes –Rubinos es de madre puertorriqueña y padre cubano— que refleja esta nueva, abigarrada y fascinante colección de canciones.

Dividido en un lado «rojo» –más lúdico y festivo– y otro «azul», introspectivo y agridulce, este es un disco que funciona casi como una película episódica: en cada canción, la artista no solo parece entregarse a un personaje distinto, sino también se sumerge en un nuevo universo sonoro, en un itinerario que incluye sucesivas pascanas latinoamericanas en el danzón, la rumba cubana o el bolero, pero que, paradójicamente, tiene como rasgo común una indudable vocación por la experimentación y la mezcla.

De hecho, esta es la producción de Rubinos en la que tienen más protagonismo los sintetizadores, las texturas electrónicas y las voces procesadas por Auto-Tune. Y también es el disco en el que ha apostado con más decisión por cantar en español, un dato no menor si tomamos en cuenta que, en el pasado, Rubinos fue muy crítica con los medios que la encasillaban como una artista «latina», más allá de que su propuesta tuviera entonces poco que ver con la bachata o el reggaetón.

«Es una escucha densa. Fue denso incluso para mí mientras lo hacía», declaró Rubinos en una entrevista previa al lanzamiento de Una rosa. Es cierto: la paleta de influencias a la que recurrió durante el catártico proceso de composición y grabación del álbum es abrumadora (desde La Lupe, Chavela Vargas, Lucha Villa, Héctor Lavoe y el pintor cubano Wifredo Lam hasta Bad Bunny, Arca, Nathy Peluso, Kali Uchis, el ballet de Prokófiev y Andy Warhol, entre muchos otros, según sus propias declaraciones), pero el resultado nunca se percibe forzado o confuso, sino todo lo contrario.

Este es un disco luminoso, pero también melancólico. Una celebración de las raíces musicales de Xenia Rubinos que, al mismo tiempo, suena como un contundente manifiesto de independencia, autenticidad y progresismo. En suma: uno de los mejores lanzamientos del último año.

Xenia Rubinos Una rosa

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