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viernes 26 de abril de 2024
Mon Laferte
Foto: Alfredo Arias

1940 Carmen

Mon Laferte

Suenan los primeros acordes de este nuevo álbum y es imposible no sorprenderse ante la capacidad de reinvención que posee Mon Laferte. Una vez más somos testigos de su brillantez con asiento en primera fila en uno de los momentos más personales y emocionantes de su existencia.

Qué: Disco (Universal)

Poco importa que Mon Laferte estuviese en el clímax promocional de uno de los álbumes más bellos del jolgorio mexicano actual, que por supuesto se le atribuye. Así, después del sublime trabajo que plasmó en el multipremiado Seis, la cantautora chilena residente en México extendió su imparable poder creativo y con tan solo unos meses de diferencia presenta 1940 Carmen, el largo aliento más íntimo y traslúcido de su carrera, si es que eso puede ser posible.

Llegamos al disco creyendo saber qué esperar, como si aún no tuviéramos claro que Laferte posee un alma tornasol: nunca brillará igual y menos bajo la luminosidad que le provee la maternidad. Así, era previsible que este álbum acogiese la intensidad de esas nuevas emociones y experiencias, tal y como el lienzo sobre el que se impregnan los trazos multicolor de sus pinturas.

1940 Carmen suena a primeras veces y la pasión implícita que eso conlleva. Sus líricas traspasan los bordes de la honestidad y se imprimen bajo versos explícitos que apuntan a todo tipo de direcciones: canciones de cuna, episodios de embriagante felicidad, encuentros ardorosamente románticos con el ser amado, moteles de paso a la orilla de carreteras californianas y agudas declaraciones sobre abusos.

Como si desnudar su alma de tal manera no fuera suficiente, la cantautora dirige la sonorización hacia una dirección opuesta, dándose el permiso de indagar entre estilos muy a lo Fleetwood Mac o a The Mamas And The Papas en California Dreamin’, lo que resulta un sorpresivo deleite.

Y al tratarse de un álbum repleto de primeras veces, es propio apuntar que la tremenda experiencia vocal de la chilena queda fuera del centro, siendo sustituida por el valor lírico, el minimalismo sonoro oculto entre guitarras y sintetizadores así como su incursión en la producción y composición en el inglés.

Beautiful Sadness, Good Boy y Crying Diamond son los temas que hacen muestra de sus nuevas cualidades profesionales, todas ellas de soberbia interpretación y totalmente distantes de lo que estábamos habituados. Y a pesar de ello, su esencia permanece intacta.

En definitiva, 1940 Carmen resultó ser el álbum sin pretensiones que probablemente ha llevado aun más lejos a Laferte, al menos emocionalmente hablando, ya que en él se esconden todos los matices que conforman su personalidad: dulzura, sensualidad, irreverencia, intensidad y por supuesto, amor infinito.

Mon Laferte 1940 Carmen

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