Miqui Puig vuelve, melancólico, punk, bailable, resistente desde la Barcelona Norte: siete y medio, dobles parejas, perros y singles, amor y motocicletas, cajas de ritmo e Irantzu Valencia.
Qué: Disco (Primavera Labels)
Notamos el ambiente, hay ozono y ojos en blanco, se escuchan violines, guitarras y tambores. Miqui en la carretera, reflexionando a base de sintetizadores y percusiones, si es él la dirección o es la autopista la que manda. Noches de clubes, donde todo es una fiesta y él solo quiere repasar la historia de las canciones bellas.
Queralt Lahoz le acompaña y multiplica su voz hasta convertirse en una sección de voces de la Motown. Solo Miqui puede triunfar entre una generación que cada día le duele más al tragar y lo hace con Cadera de mimbre, la leyenda. Fotos en sepia que salen de un cajón y se coge de la mano con Irantzu Valencia. Barcelona, ¿vas a preguntar a Miqui por Barcelona? Esos dedos llenos de polvo de rebuscar en las cubetas de las ferias de discos la percusión de tecladillo perfecta que engañaría al Rubén Blades de 1983.
Cara B y Propaganda y las Harny Roots y Toni Piké. No importa la cantidad, es la calidad. Vale lo mismo para las sustancias y para las canciones. Se vienen Ferran Palau y El Petit de Cal Eril. Dicen que hay algo de metafísico en su encuentro. La casa Italia, una ragazza que llama a Carlos Berlanga y él acude con sus tazas de té favoritas.
En este LP Miqui ha abandonado lo confesional narrativo para dejar su lugar a lo sugerente y evocador. Cualquiera de sus temas te lleva a un momento de nuestra vida, de la suya, en realidad, porque el fan de Miqui, como el de Morrissey, como el de Gainsbourg, comparte su vida con la nuestra. Un disco que sorprende, un viraje, el enésimo. Revisionismo bien entendido de la música de baile. Miqui ha vuelto a la pista, un rato en los platos y otra moviendo las caderas. El amo. El puto amo.
