Sitio y lacería es el tercer disco del colectivo Les Conches Velasques, tras su disco homónimo de 2018 y Celebración del trance profano que apareció en 2021. Lo que parecía una psicótica descarga de poesía y drum&bass orgánico ejecutado por los zaragozanos Pablo Jimenez, Thomas House, Jesús Landa y Sergio Segura se ha convertido en un laberinto fractal que dibuja arabescos entre la rabia ancestral y la incomodidad melódica, con la percusión y las guitarras en primer plano y una voz que augura el final del tradicionalismo pop a través de Pedro Salinas o Federico García Lorca. Les hablarán de Triana pasada por Lagartija Nick, pero esto es una iteración totalmente diferente.
Qué: Disco (Repetidor)
Es una confirmación, es una realidad, es el trasunto orgánico del pasado en el mañana. El proyecto de raíz más avanzado de nuestra escena: percusiones de salvajismo cálcico, guitarra que emborrona de tinta cualquier partitura, sea el papel, vida o sentencia de muerte, y esa voz que se eleva como plegaria, como salmo de romancero pagano.
Guardias Civiles y pañuelos de seda en Cofradía, redoble de sosa cáustica para oxigenar las cuevas oscuras del sur en la majestuosa Cigarra, en caminata hacia el muslo joven que guía la luna, sea noche o día, cuando el corazón es un redoble asalvajado, una de esas motas que se quedan en el ojo de Orfidal del que mira la tumba que no es suya, timbal y metal en Gravedad, como Enrique Morente por Talking Heads, como Lee Ranaldo fumándose un chino en la Serena, una versión de la artista pakistaní Mai Dhai, angostura de una tasca atrapada en el limbo hambriento de almas jóvenes que cantan al cielo.
Había post-rock y había situacionismo, estaba el último cántico de Jorgue Guillén, que abrazaba la lluvia como si fuera la primera vez que se refrescaba en Lateral, donde la sección rítmica tiene algo de Tony Bowers & Chris Joyce, entre The Durutti Column y The Mothmen. El final es un agudo mordisco de nailon, casi un réquiem que desciende al sonido krautrock con arreglos mudéjares, en Paseo Benedicta ya no hay voz porque se ha dicho todo.