Culturas contemporáneas de España y Latinoamérica a diario
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viernes 11 de octubre de 2024
Fotos: Daniel Martínez / Nacho Pienada

Regreso a 1998

Pedro Almodóvar

Con la excusa del estreno de Madres paralelas, rescatamos una entrevista exclusiva a Pedro Almodóvar realizada por Diego A. Manrique para el número 12 de Zona de Obras, publicado en 1998. Eran tiempos en que el gran director manchego estaba definiendo el título de su película número trece, que sería la notable Todo sobre mi madre. En una charla cordial y distendida, Almodóvar habló de sus vivencias en ciudades de América Latina, de Chavela Vargas, Fito Páez, Caetano Veloso, y de la idea de rodar una biografía de La Lupe. También de sus problemas, por aquella época, con la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas y de tener todos los premios imaginables excepto el Oscar… que no tardaría en llegar. Un viaje imperdible por el túnel del tiempo de la mano de uno de los directores más grandes del cine iberoamericano.


#HemerotecaZdeO
Entrevista realizada en 1998 y publicada en el nº12 de Zona de Obras


 

Puertas, pasillos, escaleras…, localizar las oficinas de El Deseo, la productora de Pedro y Agustín Almodóvar, no es sencillo. Con la inteligencia característica de toda comunidad de vecinos, les han prohibido poner un cartel en la puerta, vaya usted a saber a qué les suena el nombre de la empresa o qué temen. Una vez dentro, todo es gratamente luminoso –a pesar de tratarse de un bajo– y poblado por gente amable.

Excepto que no veo un cenicero: los Almodóvar han dejado de fumar gracias a la acupuntura. A cambio, Pedro se dedica a hacer aviones con las notas de Post it (y mordisquea una manzana). En su despacho, un inmenso cuadro de Sigfrido Martín-Begué que representa el oficio del cine, con un diablo en el papel de director. Bien, puede que Pedro se comporte diabólicamente en sus rodajes pero, frente a un magnetofón, exhibe tanta cordialidad como voluntad de expresarse. Como siempre, su conversación es lúcida y vigorizante.

 

Nos vimos hace unos días, en la presentación madrileña del disco de Joaquín Sabina y Fito Páez. Como veterano profesional del cine, ¿diste algún consejo a Fito para ayudarle a superar la frustración de la suspensión de su primera película?
Le expliqué que lo suyo no era un problema exclusivamente argentino, aunque seguramente tiene que ver con la imagen política de Fito en su país. Ocurre en todos los lugares: el cine es así de frágil. Incluso yo, que soy mi propio productor no estoy seguro de que comience una película hasta que grito: «¡Motor!», «¡Acción!». El presupuesto depende de concertar a muchos inversores y, si se trata de un debut, tienes que contar con las televisiones. Es lo que nos ocurre con un proyecto que estamos preparando, una película con Agustín Villaronga, que será sexualmente explícita y que está situada en la postguerra, con lo que eso supone de oscuridad añadida: si los coproductores no pueden venderla en las televisiones de su país, fácilmente puede que no se ruede. No es censura directa, pero el resultado es el mismo. Otro desastre es que, conscientes de que la película se verá más por TV que en los cines, se rebajan los presupuestos artísticos. No sé… Fito rodará su película pero comprobará que hacer cine es infinitamente más costoso que grabar el disco más caro del mundo.

Comentaban Fito y Joaquín que sus ciudades favoritas son Madrid, Buenos Aires, La Habana y México DF. ¿Qué te sugiere esa ruta?
Me parece una ruta perfecta para viajeros en busca de inspiración o de sensaciones, tanto sonoras como físicas. Desdichadamente, conozco poco Buenos Aires. Estuve hace cosa de dos años y pillé una gripe nada más llegar. Había tal demanda de mi presencia que lo viví casi como un secuestro, hasta se me colaba gente en la habitación. De hecho, pedimos un taxi para que me llevara en secreto al aeropuerto ¡y el taxista no quería contribuir a que me marchara! Lo más fuerte fue un coloquio con el público para el que ya se habían vendido todas las entradas y hasta había overbooking en el cine. El médico me puso una inyección brutal, pero dudaba de que aguantara. Antonio (Banderas) y Carmen (Maura) me llevaban del brazo y me veía como uno de esos cantantes yonquis que hay que colocarlos en el medio del escenario, Lou Reed en los peores momentos. Pero es verdad que el escenario tiene algo, algo con mayúsculas. Una vez que subí arriba, me olvidé de todo y me dicen que estuve brillante. Dos horas de coloquio ¡y hasta canté!

 

«Madrid, Buenos Aires, La Habana y México DF… Me parece una ruta perfecta para viajeros en busca de inspiración o de sensaciones, tanto sonoras como físicas»

 

Hubieras comprobado que es cierto lo de que Buenos Aires me mata (sigue la descripción de mi última visita, que se inició con un sabinazo y ¡catacrac!).
Toda la gente que viene de allí me dice que es como Madrid a principios de los 80. Claro que, con nuestra edad, no puedes meterte a tope la primera noche y terminar en cama y en coma. Es una ciudad que tengo pendiente, aunque me entristece saber que ya no puedes ver en directo a Roberto Goyeneche.

Supongo que de México capital tienes recuerdos más placenteros…
Claro, me llamaron para que presentará a Chavela Vargas en el Bellas Artes. Era muy emocionante ya que se trataba de una especie de reconciliación nacional con Chavela, no se creyeron lo de sus triunfos en Europa hasta que pasó por el Olympia de Paris. Bueno, véte a saber las cuentas que ella había dejado en su época killer. De aquella semana tengo recuerdos muy fuertes. Estuve en la plaza de Sonora, en el mercado de brujería. Aparte de niños para sacrificios –y no estoy seguro de que no se pudieran conseguir– todo se vendía allí: sapos, culebras, ungüentos para que tu novia no mire a otro… o que se quede ciega si lo mira. También celebramos el éxito de Chavela en el Tenampa, en la Plaza Garibaldi, que para mí es un verdadero templo dedicado a los dioses de la música mexicana. Nos sentamos debajo del mural de José Alfredo Jiménez y… uh, llegué a subirme a la mesa a cantar. No, Chavela sólo bebía agua mientras que el resto íbamos de tequila. Pero sólo con hacer el paseillo por Garibaldi hasta llegar al Tenampa… cualquier escritor o cineasta no tiene más que sentarse allí para que se le amontonen los argumentos. Y cuando entras en el Tenampa, hay cinco mariachis tocando cada uno su canción… y no sé si suena armonioso pero resulta bonito e impresionante. Se lo comenté a Chavela y ella recordó que lo mismo sintió Stravinsky, que dijo: «¡esto es lo que yo quiero lograr en mi música!».

La Habana…
Llegas y te embriagas. Con el olor, el color, el sabor y todo lo demás. Me provocó esa sensación de decir: «aquí yo quiero escribir». Iba relativamente de incógnito, ya que viajar de celebrity es la forma segura de terminar como un idiota y no conocer una ciudad. Lo de Cuba fue, imagino, la misma sensación de que te cambian la sangre, que te está entrando un flujo de sensaciones, de historias. ¡Es que no tienes ni que pensar en salir a la calle para luego contar lo que ves! No, no: lo que ves te fulmina de tal modo que te sientes impulsado a escribir. Es hiperestimulante.

¿Sigue en pie aquella idea tuya de rodar la biografía de La Lupe?
Hombre, la tentación existe pero me intimida un personaje tan descomunal. Me siento más cómodo con personajes más imperfectos, menos colosales. Con La Lupe, no puedes enriquecer o inventar algo mejor que su trayectoria vital. He contactado con una hermana suya, con gente que cantó con ella. Además, La Lupe poseía una voz, una cara, un cuerpo tan irrepetible que ¿quién puede encarnarla? India, esa cantante puertorriqueña, posee una voz similar pero no sé si es capaz de interpretar. Claro que el pasado agosto conocí en La Habana a las dos chicas que cantan en Bamboleo –¡qué feos son los nombres de las orquestas cubanas actuales!– y me dio la sensación de que estaban animadas por el mismo espíritu que La Lupe. Dos chicas maravillosas de físico, edad, rostro, talante… hasta por su inconformismo podría encajar. Aunque mi película sobre La Lupe quede entre las cien que nunca llegaré a realizar, me encantó comprobar que todavía hay mujeres caribeñas con la misma fuerza.

¿No te parece lamentable que uno vuelva de La Habana y prácticamente tenga que disculparse por no haber practicado el turismo sexual?
Es que no creo que compense un viaje tan largo y tan caro si lo único que quieres es follar. Yo se lo decía a los chicos y las chicas que me hacían ofertas digamos libidinosas: «¡pero si es que hay tanto que ver en esta ciudad que no tengo tiempo para follar!». Además, ese calor tan pegajoso a mí no me invita al sexo.

En términos de obstetricia, estás terminando la gestación de la película que hace el número doce en tu filmografía…
No, el trece. Yo no soy supersticioso. Hay directores, como Berlanga, que han preferido rodar un mediometraje para así pasar de la película número doce a la doce y media y luego a la trece y media.

 

«Existe la tentación de rodar la biografía de La Lupe pero me intimida un personaje tan descomunal. Me siento más cómodo con personajes más imperfectos, menos colosales. Con La Lupe no puedes enriquecer o inventar algo mejor que su trayectoria vital»

 

¿Has estado en esos edificios de Nueva York donde saltan del piso doce al catorce?
No, pero tampoco me extraña. He sido invitado allí a cenas por gente modernísima que, de repente, al fallar alguien y quedarnos en trece comensales, se ponían a telefonear a todo el mundo para rellenar el hueco. De todos modos, podría considerarse que Carne trémula es mi película número trece, ya que a finales de los setenta rodé en Super 8 un largometraje, Folle, folle, folleme Tim, y Carne trémula ha ido maravillosamente en todo el mundo. Además, aunque suene soberbio, creo que yo doy suerte. Yo diría que más de la mitad de la gente que ha pasado por mis manos se ha convertido en grandes estrellas. Un espectáculo maravilloso para verlo desde fuera.

¿Te sientes paternal respecto a ellos?
No, paternal sería si sintiera que yo los había hecho. Mi amor es de madre. No me siento propietario de ellos o de su éxito. Me refiero a Carmen, Antonio, Chus Lampreave, Victoria…

Pedro Almodóvar

Me han llegado rumores de varías películas que se supone que estás iniciando, ¿cuál es la que realmente empiezas a rodar?
Siempre me ha ocurrido… Comienzas a trabajar en una historia y al final se te cruza otra, y yo soy tan infiel que me voy con una tercera que llega de sopetón. No es sólo la atracción de la novedad, también hay un impulso un poco suicida que te lleva a crearte problemas, a complicarte la vida. No, lo que voy a rodar es una historia que empecé a escribir en Bahía, en la casa –y en la máquina– de Caetano Veloso. ¡Se nos había olvidado Bahía en la ruta americana! Salir del Pelourinho… ir a los ensayos de Olodum tres noches seguidas. Es como tomar una de esas drogas ancestrales de los indios que te transportan en un viaje al centro de ti mismo, al corazón de la humanidad: sientes que estás en un sitio muy auténtico, muy antiguo, muy esencial. Caetano siempre se quejaba de que no habíamos acudido en una buena noche, que faltaban no sé cuántos percusionistas, pero yo me sentía maravillado.

¿Fuiste a Brasil para descansar o a buscar inspiración?
Esencialmente, me fui por un problema de sueño, pensé que podría regular mis ciclos vitales en la casa de Caetano, que está a nivel del mar. Pero soy incapaz de tomarme vacaciones y me puse a escribir, de alguna manera propulsado por la música. Tengo la virtud de trabajar en cualquier circunstancia, sea un aeropuerto o un hotel.

¿Puedes hablarme de los otros proyectos que quedaron atascados?
Está La mala educación, que será bastante autobiográfica. Al menos, en el sentido de que el protagonista, como yo, es solista del coro de su colegio. Será una película de terror gótico educacional, nada que ver con Scream y todas esas historías de teenagers. Con muchos acosos sexuales y de todo tipo, en medio de misas y motetes y maravillosa música sacra. Está escrito el guión, los que lo han leído dicen maravillas y… no es que no me atreva a abordar el asunto, creo que aparte de Juan Pablo II, todo el mundo sabe lo que ocurre cuando juntas a niños con curas, ¡es una perversión inventada por la Iglesia Católica! No, lo fuerte del tema hasta me da marcha, pero me asusta pensar en el casting de niños y lo delicado de su trabajo. Se puede hacer, ¡eh!, pero lo complejo de trabajar con niños de diez o doce años me da pereza. También está el guión de The Paper Boy, la novela de Peter Dexter. Búscala, está traducida por Anagrama como El chico del periódico.

Hablemos de la película que está a punto de romper aguas…
Entre los diversos títulos que se barajan me gusta Todo sobre mi madre. Tiene que ver, naturalmente, con el título original de Eva al desnudo (All About Eve, de Mankiewicz). No sé, hay quien lo ha malinterpretado y ha publicado que es un biopic manchego ¡la historia de mi madre! No, es una historia de mujeres difícil de encasillar, ya se sabe que yo no respeto las reglas y mezclo géneros. Tiene algo que ver con lo que en Hollywood llaman screwball comedies, tipo La fiera de mi niña o las de Lubitsch. Películas que tienen una velocidad de vértigo y donde el azar es esencial. ¡Eso, comedia de disparates! Sin embargo, en la mía dominan unas emociones muy intensas, sería un screwball drama, sin parodia de los sentimientos: aunque haya un 50% de comedia, la base son los afectos, sin caer en lo grotesco. Y de nuevo vuelvo al universo de las mujeres, aunque alguno de los personajes sean hombres que se hacen pasar por mujeres. Está en la tradición de esas películas donde Bette Davis o Gena Rowlands encarnan a actrices. Marisa (Paredes) es una dama del teatro que… la película tiene que ver con la feminidad y con el fingimiento, sea el de una actriz haciendo de actriz o un hombre que se cree mujer. Hablo de fingimiento, no de impostura. En el fondo, está el papel de Kity Manver en La flor de mi secreto, aquella enfermera que tenía que representar a la madre o la mujer de alguien que ha muerto y a la que se acude para que done los órganos de su ser querido. En Bahía se me ocurrió lo de una mujer que tiene unos trabajos que obligan a fingir, incluso sustituyendo ocasionalmente a una actriz, aunque no sea una profesional. Ah, se rueda casi entera en Barcelona, lo imponen los personajes. Otro título posible es Lola la Pionera, que es el apodo de un tansexual que sólo aparece al final. Barajamos también un título que tal vez resulte demasiado lírico, La bondad de los desconocidos. Exacto, procede del final de Un tranvía llamado deseo. Además, las protagonistas de mi película se ayudan mucho, hay mucha solidaridad femenina. Una solidaridad un poco extravagante, alejada de lo que se llama sentido común.

 

«Aunque suene soberbio, creo que yo doy suerte. Yo diría que más de la mitad de la gente que ha pasado por mis manos se ha convertido en grandes estrellas. Un espectáculo maravilloso para verlo desde fuera»

 

¿Te sorprendió la avalancha de críticas favorables a Carne trémula?
Siempre me alucinan, sean buenas o malas. Lo del recibimiento siempre es imprevisible. Tacones lejanos era un melodrama muy de Hollywood, hasta con referencia a un episodio real de la vida de Lana Turner, pero fueron los franceses quienes enloquecieron con la historia y hasta con la música. Sin embargo, en el mundo anglosajón han alucinado con Carne trémula, a pesar de que podían quejarse de la traición a la novela de Ruth Rendell.

¿Eso te sirve para relativizar los vapuleos?
El proceso de filmar una película te hace reflexionar sobre los más mínimos detalles pero, cuando terminas de montarla, estás indefenso. Puedes creer que has hecho una obra maestra pero si te dicen unos cuantos que es una mierda no se te ocurren razones para defenderte. No sé de ningún director de cine que no esté vendido a la hora del estreno, sabes lo que querías contar pero no lo que finalmente has conseguido.

Lo de la crítica, incluyendo la cinematográfica, tiene mucho de péndulo. De repente, llega la hora de aplaudir a quien en los años anteriores se machacaba sin piedad.
Es cierto. Yo sabía que Tarantino iba a ser atacado hiciera lo que hiciera. Y así ha sido, aunque Jackie Brown sea una película muy valiosa, a la que sólo sobra algo de metraje. En mi caso, al estar muy de moda, era evidente que iban a ir a por mí. Lo sabía, pero me sigue tocando los cojones. Después de Mujeres al borde de un ataque de nervios, yo hice Atame! y nadie pudo verla con relajo, con curiosidad. Aunque consiguió seiscientos millones en taquilla, la crítica la trató como si fuera una apestada. Me jode que sólo ahora empiece a ser aceptada, a tener carácter de película de culto tras los pases en TV. De hecho, lo entiendo: cuando deseo ardientemente ver una película, llego al cine y estoy tan excitado que ¡no me entero, no lo disfruto!

¿Crees posible una reconciliación con tus compañeros de profesión? Me refiero a que acabe el ninguneo en los premios Goya y demás…
Parece que últimamente se entiende que es mejor hacer los homenajes en vida. Entre otras cosas tienes a un invitado excepcional que es el homenajeado. De momento, yo no lo necesito, no lo demando, no lo veo necesario, no quiero ni pensar en ello. Evidentemente hay problemas entre la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de España y yo. Me ignoran y es muy desagradable ya que hago cine español. Lo que me jode es que el agravio se extienda a mis colaboradores, trabajar conmigo les condena al ostracismo, a una falta de reconocimiento dentro de su profesión. Yo no necesito premios, tengo todos los imaginables excepto el Oscar… y aquello lo viví como si realmente me lo dieran, la forma en que me trató Hollywood y tal. Pero la maldición alcanza a la directora de producción, al maquillador, al músico… ¿cómo es posible que Alberto Iglesias no estuviera ni siquiera nominado por una banda sonora tan excepcional como la de Carne trémula? Viene de antiguo: La ley del deseo no logró ni una puta nominación.

Debes tener alguna explicación para tanta contumacia…
Posiblemente la envidia. Los actores, los técnicos a los que nunca he llamado o con los que sólo trabajé una vez. Procuro no pensar en ello excepto en la noche de los premios. La última ocasión estaba en Bahía pero aguardaba que me mandaran la lista de premiados por fax… no debería confesarlo. Ese es el único día en que siento que estoy rodeado de hostilidad y, como dice el ingenuo de Prince, ese es un pensamiento negativo que te envenena la vida. De todas formas, el sistema de votación de la Academia hace que uno vote a favor de lo que ha hecho y en contra de lo ajeno que tiene probabilidades. ¡Así voto yo! Además, ésta es una productora pequeña y tenemos un bloque mínimo de votos, a diferencia de Lola Films o Sogetel. Por otra parte, lo del bofetón a Almodóvar ya es una tradición y ¡debe respetarse! Además, ¿qué cara voy a poner yo cuando me den todos los premios que me deben?

 

«Siempre me ha ocurrido… Comienzas a trabajar en una historia y al final se te cruza otra, y yo soy tan infiel que me voy con una tercera que llega de sopetón. No es sólo la atracción de la novedad, también hay un impulso un poco suicida que te lleva a crearte problemas, a complicarte la vida»

 

¿Cómo te sientes ante esa oleada de películas neoalmodovarianas de los últimos años?
Me parece normal que ahora aparezcan mis huellas en el cine joven español, de la misma forma que a mí me influyó Berlanga. Pero soy incapaz de juzgar ese reflejo de mi obra, soy un tipo al que le incomoda la imagen que le devuelve el espejo por la mañana e incluso no me gusta leer las entrevistas que me hacen. De todos modos, creo que ya ha pasado la moda del cine neoalmodovariano, si así quieres llamarlo. Hay un hueco para lo petardo pero veo que incluso esos directores ahora consideran lo de petardo como un insulto.

Tu marca aparece en los lugares más insospechados. Para la publicidad del Mundial de Fútbol, TVE usaba el mismo tema de Afro-Celt Sound System que pusiste en Carne trémula.
¡Ya me di cuenta! Pero no sólo en cosas tan anecdóticas, he visto hasta personajes míos revividos en publicidad y he renunciado a querellarme por no perjudicar a, por ejemplo, Chus Lampreave, que le viene muy bien el dinero. En realidad, es estimulante que tus ocurrencias tengan vida propia, que funcionen fuera de mis películas. No me molesta que me plagien… hombre, que esto no se considere un acicate para que me copien… pero sí, me gusta.

¿Puedes adelantar algún descubrimiento musical que vayas a utilizar en el futuro?
– No es un descubrimiento mío, pero creo que el tango va bien con cualquier película. Es una de esas músicas que da rollo, atmósfera, ritmo a la escena más banal. El tango instrumental enfatiza hasta la secuencia más tonta…

¿Qué música oyes últimamente?
Después de superar los prejuicios contra las máquinas, ¡qué antiguo soy!, me he convertido en un fanático de recopilaciones como Rebirth Of Cool o las del sello Mo’Wax. Lo malo es que no me sé los nombres de los grupos o los productores o lo que sean: marco los temas que me interesan y nunca me aprendo títulos o autor. ¿Te das cuenta de que cada vez usamos menos la memoria, que nadie se sabe los teléfonos de nadie?

Una fantasía musical…
Celebrar mi cumpleaños en el Tenampa y que los mariachis me canten Las mañanitas.

 


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