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martes 23 de abril de 2024
El David Aguilar
Fotos: Valeria Alcantar / @valerialcantar

Canciones de viento y tiempo

El David Aguilar

En estado de exploración permanente en territorios de la canción popular, El David Aguilar ha labrado una obra que abreva en diferentes aguas y también refresca al cancionismo hispanoamericano desde comienzos de la década pasada. Conversamos con él sobre su trayectoria, sus diferentes proyectos y algunas cosas que más le inquietan en el universo de la canción.

David, desde la edición del álbum Ventarrón tu obra, tus discos, tus canciones y tu nombre empezaron a ser comentadas, respaldadas y reconocidas por diferentes artistas del universo del cancionismo latinoamericano y por un público cada vez mayor. Diez años después, y mirando en perspectiva, ¿recuerdas cómo llegaste hasta acá y si te imaginabas algo parecido a lo que te iba a pasar?
Mira, no me acuerdo si me imaginaba que me iba a pasar esto, yo lo que quería era avanzar en la hechura de canciones, como compositor de canciones me interesaba la evolución. Yo salí de Culiacán deseando ser guitarrista, ni siquiera un cancionista, yo tocaba la guitarra en el bachillerato y tenía ganas de ser un guitarrista clavado. Me vine a México a estudiar guitarra, ese fue mi instrumento en la academia de música Fermata, venía enfocado en ser muy instrumentista, pero un año y medio antes de que yo viniera a estudiar había tenido ya la inquietud despierta de hacer canciones, básicamente inspirado, en ese momento, por Silvio Rodríguez, porque acababa de escuchar algunas de sus canciones cuando tenía quince o dieciséis, y fue una transformación, yo deseaba eso también. Yo venía de un nicho familiar muy cantador, mis padres cantaban mucho a José Alfredo, a Álvaro Carrillo, toda la música popular mexicana, mucha música ranchera, mucho de los tríos de los boleros. Y por otro lado, en mi infancia bebí mucho del gusto de mi padre, que tenía que ver con cosas inglesas principalmente: Queen, The Beatles, Bee Gees, Chicago, lo que él escuchaba en inglés era eso y, por otro lado escuchaba cosas como Manhattan Transfer y otras más orientadas al jazz, las big band de los años 40.

Mi casa en mi niñez era como un crisol, como una combinación de muchas músicas diferentes, y yo desde los diez u once años supe que quería dedicarme a la música. Primero me vi como una estrella de rock and roll pero cuando escuché a Silvio yo ya venía flechado por la poesía, de alguna manera, entonces Silvio vino como a darme la posibilidad de tener la música y la poesía en una sola cosa, esa fue la lógica que yo tuve cuando tenía diecisiete o dieciocho años, si bien había venido a estudiar guitarra yo ya estaba dando el paso a dejar la guitarra como instrumento y ponerme a hacer canciones. Silvio me dio eso, darme cuenta de que podía hacer todo en un solo formato que es el que ahora conozco como canción. Yo no me imaginé que me iba a pasar esto, yo quería ser un cantautor, yo me imaginaba siendo como un trovador mexicano, así me veía, muy inspirado por Fernando Delgadillo, que era alguien a quien yo seguía mucho en esa época, andar en los bares, en las peñas mexicanas, no me veía en una escena más allá de México pero, bueno, todo fue cambiando con los años según fui conociendo gente. Me han pasado muchas cosas, me ha ayudado mucha gente, todo ha estado vinculado al fenómeno de conocer personas, de hacer alianzas, creo que las relaciones sociales es algo que, en retrospectiva, se me ha dado francamente bien.

Tus primeros discos grabados datan de la primera década de este siglo pero tu discografía formal inicia con el álbum Ventarrón y los que luego denominas anti-álbumes. ¿Cómo explicas tu obra discográfica?
Hay toda una explicación para eso, y fíjate que me da mucho gusto poderlo platicar aquí, contigo, porque veo que mucha gente comenta y pregunta en Youtube qué onda con esos álbumes y por qué no están en la Red. Lo que pasó fue los siguiente: Mis primeras tocadas fueron en 2003, y más concreto en 2004, cuando ya empecé a tocar en foros que anunciaban a David Aguilar. En esta etapa temprana de la década de los 2000, una manera de subsistir era vendiendo discos. Se vendían muchos discos pero yo no tenía muchas oportunidades para grabar de manera formal, de manera pasable en cuanto a un filtro de calidad, pero no me importaba, grababa como yo quería. Son cuatro: Frágil de 2004, Tornazul de 2005, Grabadora portátil de 2008 y Estelar de 2010. A mí me gustan mucho esos discos pero en algún momento de 2011 o 2012, hice la reflexión de que tenía ganas de pasar un poquito a una suerte de formalidad editorial que me permitiera sentirme cómodo con las grabaciones en sí, entonces se me ocurrió plantear una nueva serie de álbumes. Y esto es muy curioso, también me di cuenta de que era una oportunidad para agarrar las mejores canciones de esos discos caseros, seleccionarlas y tratar de colocarlas en lo que ahora llamo anti-álbumes, de replantearlas ya desde otra óptica, según yo más madura, y ponerlas en álbumes que estuvieron grabados un poquito más ad-hoc al tiempo y a la industria, más pop, si tuviera que decirlo de alguna manera.

El David Aguilar

Y yo los llamo anti-álbumes porque justo estaba seleccionando canciones, independientemente de su fecha de composición, independientemente de su temática, muy intuitivamente, muy inspirado por la época del IPod, del CD quemado, para deshacer el concepto del álbum. A mí lo que interesaba era que contrastaran en ese sentido, que yo pudiera poner una canción grabada en algún momento y después que viniera otra grabada en otro momento, porque yo, siendo un artista que podía componer una cumbia igual que una canción psicodélica, sentía que los estilos podían no ser compatibles dentro de un álbum, quería que el universo último a perseguir fuera el «track», no el álbum. Me desesperaba mucho, como que esta situación de ser un artista que se mete a una cabaña a componer todo un álbum de lo que le está pasando no me interesa tanto. Me interesa mostrarme como alguien que tiene obra, que cada canción representa una historia, independientemente de dónde estén agrupadas, y esa sensación me hace feliz, por eso decidí titularlos anti-álbumes.

«Agendas vencidas es un regreso en cuanto a que es guitarra y voz, el tipo de canto, el tipo de arpegio, tiene que ver más con la trova, con la canción latinoamericana, y también con la canción folk anglosajona, que es otro lado que también a mí me gusta mucho, todo lo que tiene que ver con Bob Dylan, Leonard Cohen, Joni Mitchell, el folk. Siento que Agendas vencidas intenta comulgar en un puente con lo que era la trova «silviera», un poquito latinoamericana, pero con tintes del folk, y todo en español»

Entre Ventarrón, tu primer álbum formal, y el más reciente, Agendas vencidas, se aprecia casi todo tu acervo musical, la canción de Silvio Rodríguez y Nick Drake y también la música tradicional mexicana. De hecho, Ventarrón tocó una fibra muy profunda en músicos y personas de diferentes ámbitos y generaciones, además que el tiempo lo ha ido convirtiendo en un clásico contemporáneo. ¿Cómo se gestaron estos discos y por qué desististe volver sobre las grabaciones de guitarra y voz, como las de tus discos caseros?
Ventarrón es música original sinaloense, que es de donde yo soy, de la región de Sinaloa. Cuando llegué a vivir en 2001 acá, a la Ciudad de México, no quería saber nada de esa música, sonaba todo el tiempo en la esquina de mi casa, en las fiestas, era una música que yo subvaloraba mucho y tenía juicios inmaduros, ignorantes también, yo quería rock, lo alternativo, pero en el 2008, un día viviendo aquí en la Ciudad de México, amanecí y tenía en la cabeza la melodía de El niño perdido que es una de las piezas claves de la tradición de la música popular sinaloense. Me desperté y me dije «qué es esta música, por qué la he ignorado tanto tiempo», tuve una epifanía, «la música de viento sinaloense es absolutamente hermosa» pensé. «voy a hacer un trabajo de esto». Además, en una búsqueda de identidad como cantautor me sentí muy atraído y me fui a vivir de regreso. Ya llevaba siete años viviendo aquí en la capital y me fui a Sinaloa. Me mudé para allá y estuve un año y medio, primero entrevistando a los banderos del Puerto de Mazatlán para conocer la historia de la música de banda. Después estuve componiendo durante seis o siete meses canciones que sonaran a esa música de viento antigua. Fue una época hermosa. Una de las cosas claves de Ventarrón es que yo hice la «letralización» de dos temas. Casi siempre hacemos musicalizaciones, agarramos textos y poemas antiguos y los musicalizamos pero lo contrario es muy raro, encontrar músicas instrumentales antiguas a las que tú les pongas letra no es un procedimiento tan habitual para los cantautores, y a mí me llamó mucho la atención eso porque El niño perdido no tenía letra, nunca tuvo letra, y actualmente sigue siendo una controversia en Sinaloa por qué me atreví a tocar esa pieza. Y lo hice con dos temas en Ventarrón, los demás son míos en su totalidad, música y letra. Me enloquecí un poco con la música de viento y, de hecho, llegué al grado de pensarme como un artista que siempre iba a tener ese formato de banda, formato al que estoy por regresar con un segundo volumen del proyecto Ventarrón, lo quiero hacer, apenas lo voy a componer, pero ya me di cuenta de que la banda sinaloense va a estar a lo largo de mi trayectoria. Esperaría que cada ciertos álbumes hubiera uno de música de viento.

Agendas vencidas es un regreso, un «back to the basics» en cuanto a que es guitarra y voz, el tipo de canto, el tipo de arpegio, tiene que ver más con la trova, con la canción latinoamericana, y también con la canción folk anglosajona, que es otro lado que también a mí me gusta mucho, todo lo que tiene que ver con Bob Dylan, Leonard Cohen, Joni Mitchell, el folk. Siento que Agendas vencidas intenta comulgar en un puente con lo que era la trova «silviera», un poquito latinoamericana, pero con tintes del folk, y todo en español. Son canciones que no tienen una cronología, tampoco están unidas por su fecha de composición, hay unas que son de 2004, otras de 2016 y 2018. Fue una selección que hicimos con Adán Jodorowsky, que es el productor, había cuarenta temas y elegimos los que más sentíamos que eran armónicos con el concepto que queríamos perseguir. Llegué a la idea de ese álbum porque un día íbamos caminando con Adán Jodorowsky por aquí y me dijo: «David tenemos que hacer un disco de guitarra y voz, así nada más, tuyo», entonces yo le dije «mira ese es un comentario que colegas cercanos que yo quiero mucho me han hecho», por ejemplo, recuerdo que cuando cantábamos en la reuniones, Álex Ferreira, Augusto Bracho, Silvana Estrada o Daniel Cepeda, de pronto me decían, «cómo me encantaría un álbum tuyo de pura guitarra y voz», era un comentario común, Adán me lo sugirió y yo le dije que sí, le conté que yo antes cantaba guitarra y voz pero él no vivía en México. Mucha gente no sabe que yo ya tenía álbumes así. Pero se hizo padre como esta rebúsqueda y decidimos hacerlo así, empezamos a hacer la selección y definir un poco el concepto que era como muy «quiet», todas canciones como melancólicas, lentas. A mí la verdad me fascina el álbum, además a nivel auditivo hay mucho trabajo, está en cinta, está grabado en Sonic Ranch, es como en vivo porque cada canción es una toma guitarra y voz con un solo micrófono.

El David Aguilar

¿Crees en la canción como un artefacto cultural de cambio?
Creo que la canción sí sirve para modificar y para ayudar a causas sociales y a posicionar ideas en la cabeza de las personas. Ayuda a transformar la cultura, pero como parte de un mosaico de múltiples canciones, lo que siento es que una buena canción puede llegar a imponer una moda conversacional y que, en ese sentido, puede ayudar a que se den conversaciones sobre temáticas urgentes. Pero sabes qué, yo siempre he pensado que está muy bien la causa y lo que sea pero al menos, lo que yo pienso, es que primero la canción tiene que defenderse artísticamente y después que diga lo que se va a aventurar a decir. Ahora, hay otras canciones que sirven para representar causas específicas de una manera más concreta, estoy pensando en Vivir Quintana y su canción Sin miedo. Como yo la veo, es una canción en la cual se recarga la conversación del feminismo, la lucha contra la violencia hacia la mujer y la causa feminista, es una suerte que corre por la coyuntura, por el momento en el que salió, de qué forma y por el talento que tiene Vivir, cómo junta las palabras, su energía de canto, son muchos micro-factores que hacen que esa canción sea lo que es hoy en día. Ahora, hay otro tipo de canciones que son aparentemente más silentes más discretas, que se meten y mueven, sin que nadie se dé cuenta, la maquinaria de la conversación. Esto sucede incluso en artistas que quizás son un poco más mainstream. No sé bien exactamente cómo haya sido pero me puedo imaginar, perfectamente, a Madonna en los años ochenta posicionando una temática. A mí me gusta la idea de la canción social, me parece valiente, me parece que no es lo más fácil. Las personas que hacen canción social están todo el tiempo comprometiendo su capital social también, pueden estar perdiendo fans o seguidores. Un cantautor conocido me dijo un día que él era incapaz de decir que tenía tal o cual preferencia política porque representaba que fuese la mitad menos de personas a sus conciertos, a mí no me gusta ese pensamiento, yo la verdad como pienso lo digo, independientemente de cómo me vaya, para mí es importante.

La primera década del Siglo XXI dejó en evidencia que una nueva canción iberoamericana se estaba gestando con cancionistas libres de etiquetas y con intenciones estéticas afines. Algunas hacen parte del colectivo continental Núcleo Distante. ¿Cómo surgió y cómo funciona este colectivo?
Núcleo Distante es una idea, principalmente, de Ulises Hadjis. Sabes qué, Ulises es muy buen gestor, es alguien que tiene la energía para gestar cosas que luego se convierten en importantes. Él y yo nos conocimos en 2015 y me invitó a hacer el podcast de Núcleo Distante, hicimos más de cien episodios invitando a muy distintas personas, todas centradas en la canción. Nos encanta la existencia de ese podcast, ya estamos trabajando en una siguiente temporada. Después, inspirados en los tropicalistas, surgió la idea de hacer un colectivo y sacar un disco. Así empezó, hicimos un chat en Whatsapp, primero estaban algunos amigos que después desistieron, luego ya le metimos más cerebro y fuimos conociendo a gente. Sabes, está muy vinculado a toda una época en particular de cuatro años, más o menos, que hice conciertos en la sala de mi casa que se llamaba El Depa de los Plebes, tocaron cantautores de todas partes de Iberoamérica y fue como un corredor de canción tan grande que se conoció mucha gente ahí. Eso derivó también, en gran medida, en los que actualmente habitan en el colectivo de Núcleo Distante, que es un chat, más que nada, en el que muy cotidianamente estamos escribiendo y apoyando cuando viajamos. Estos dos álbumes que tenemos no son los únicos, estamos pensando en un tercero.

«Creo que la canción sí sirve para modificar y para ayudar a causas sociales y a posicionar ideas en la cabeza de las personas. Ayuda a transformar la cultura, pero como parte de un mosaico de múltiples canciones, lo que siento es que una buena canción puede llegar a imponer una moda conversacional y que, en ese sentido, puede ayudar a que se den conversaciones sobre temáticas urgentes»

Hablando de colaboraciones y de otros proyectos. Formas parte del dueto Vacación junto a Caloncho y del súper grupo The Guapos, que hace unos días debutó en vivo en el concierto de Leiva en Ciudad de México. ¿Cómo Te involucraste en estos proyectos?
A mí el proyecto con el que vivo más en una ensoñación, porque siento que me gusta mucho lo que hacemos, es Vacación. A Caloncho lo conocí en 2015 en un concierto de Drexler, y ahí empezamos a hacernos amigos. Un día nos juntamos e hicimos nuestra primera canción, que se llama Nieve de arrayán, y el proceso se sintió ágil. Nos fuimos volviendo más amigos, empezamos a componer y, de pronto, en una tarde hacíamos dos o tres canciones, sentimos, tanto él como yo, que tenemos la misma capacidad de ceder y de una energía similar que permite que podamos avanzar como coautores. Íbamos a hacer un EP pero compusimos tanto que acabó en un álbum completo y estamos a mitad del segundo álbum, lo estamos haciéndolo ahorita y no puedo esperar a acabarlo, es muy diferente y al mismo tiempo mantiene la esencia de las canciones planteadas en el primero.

Ahora, The Guapos es mucho más circunstancial porque tiene que ver con mi volatilidad, con que soy un poco como un barquito que va ahí en las olas y a veces no se pregunta mucho. Solamente quiero decir que The Guapos es como algo que ni cuenta me di y ya era parte de ello. La historia es la siguiente, Jay de la Cueva y Adán Jodorowsky son amigos desde hace mucho tiempo, y yo me vine haciendo muy amigo de Adán porque produjo el disco de Vacación y luego mi álbum, y es mi vecino, nos vemos mucho, y en los últimos años somos muy cercanos. Entonces él y Jay de la Cueva, a quien yo conocí hasta hace tres años, tenían esta idea de proyecto y habían compuesto un tema de rock and roll, habían quedado de hacer una banda pero no sucedió durante diez años, y ahora en la pandemia parece ser que encontraron una ventana y tuvieron la energía de componer más. Entonces me invitaron a componer con ellos para el álbum que querían hacer. Compusimos un montón de temas y en alguna instancia me dijeron que si no quería yo ser la guitarra rítmica de ese tema, yo les dije que sí, pero ni sabía bien para dónde iba. Luego ya fue avanzando la cosa, faltaban como cuatro temas, ellos iniciaron conversaciones para formalizarla un poco y ahí fui más consciente de que estábamos haciendo un proyecto nuevo. Luego Leiva vino a producir con Adán también, y al ser baterista, Adán le propuso que fuera parte de este proyecto, a Leiva le encantó, dijo que sí, vino después, compusimos los últimos cuatro temas, metió mano en los anteriores para sentir que todos habíamos compuesto todo y luego nos fuimos a Chicago a grabar el álbum. Hace un año y medio, fuimos y grabamos todo este álbum que es rock and roll de 1959 y 1960, es un homenaje a esa época y ahora estamos debutando. El primer sencillo saldrá en enero y el álbum tiene que salir antes de abril porque nosotros debutaremos en el Festival Pa’l Norte en ese mes, va a ser nuestra primera fecha.

Hace poco estuviste en España, ¿qué artistas nuevos conociste y recomendarías? ¿Y quién en México ha llamado tu atención recientemente?
Fui a España hace dos meses y conocí a un proyecto que se llama Çantamarta, son dos malagueños y un venezolano radicados todos en Madrid, hacen urbano y hip-hop pero con folk y electrónica, es una fusión de muchas cosas. Voy a trabajar con ellos, en parte, mi siguiente material discográfico, me encanta lo que hacen. Podría hablar de Edu Requejo que es de Barcelona, de Guillem Roma que también me gusta mucho. Y sobre todo, conocí a una chica que se llama Lorena Álvarez, me voló la cabeza, la he estado escuchando estos días, porque el representante de Çantamarta me presentó su música y no la puedo dejar de escuchar. Toda esta cosa de las rondallas asturianas me fascina, ella me gusta mucho. Acá en México también hay una suerte de artistas increíbles que surgen. Más allá de Silvana Estrada que ya es bastante conocida, aunque es muy joven. Ella es increíble, desde que la conocí me sentí absolutamente inspirado por lo que hace. También hay una chica que se llama Laura Itandehui, creo que es máxima promesa de la canción, de verdad, la he estado escuchando cantar y es excelsa, tiene una manera de canto y una manera de composición muy mexicana, más mexicana que cualquier otra que haya visto, canción borracha, mexicana, ranchera increíble. Anthony Escandón me gusta mucho acá en México.

La última canción de Agendas vencidas se titula Retrospectiva y tu sencillo más reciente se llama El año que viene. ¿En tu obra hay un interés por el tiempo y su transcurrir?
Hay una obsesión por el tiempo, si te fijas mi primer anti-álbum se llama Siguiente y mi segundo anti-álbum se llama Reciente. Mi idea es que todavía tengo dos anti-álbumes que voy a hacer, uno se va a llamar Pendiente y el otro se va a llamar Vigente, entonces son juegos de palabras, puedes hablar de mi disco Siguiente pero ya pasó, son títulos que le quitan fuerza al concepto de álbum según yo, y al mismo tiempo no, le dan fuerza. Tengo una fijación con el tiempo, es algo que me inspira mucho. Para la canción El año que viene nunca me puse a pensar que podría referir a que el año que viene iba a pasar algo pero funciona muy bien. Y lo que dices de Retrospectiva, quizás hay muchas más cosas depositadas en ese sentido a nivel mensaje en mis canciones de lo que me he puesto a pensar, seguramente están ahí, tras bambalinas, habitando muy contundentemente esta fijación por el tiempo. El año que viene se llama así porque era una de las frases que yo más escuchaba en la pandemia y es una canción cuarentenal, la compuse en la cuarentena duda y era como esta idea de esperanza, un poco, y cantar que el año que viene dicen que se va a recuperar. Melancolía pura muy inspirada en Roberto Carlos.


 

Sonar claro

En alguna entrevista comentabas los problemas que tuviste al registrar tu nombre artístico al encontrar otros David Aguilar ya en iInternet cuando comenzabas tu carrera. ¿Cómo fue el proceso y por qué El David Aguilar?
David Aguilar es un nombre que comparten muchas personas. Lo del artículo sucede más que nada porque en mis redes, MySpace, para ser más preciso, estaba como El David Aguilar, después abrí mi canal de Youtube como El David Aguilar, precisamente porque David Aguilar ya estaba ganado. También responde a que en Sinaloa, en el noroeste de donde yo soy, se acostumbra a llamar a la gente como «la Laura», «el David», entonces quedaba. Y luego cuando compuse después del álbum Ventarrón mi álbum que se llama El David Aguilar, que se llamara así fue una sugerencia de mi entonces mánager. Me dijo «por qué no le pones El David Aguilar como están tus páginas, aparte suena padre como título y le ponemos arriba El y abajo David Aguilar», entonces cuando menos pensamos ya me habían anunciado como El David Aguilar, o sea, fue una cosa que no estuvo en nuestra manos, de pronto ya me anunciaron así y dimos el paso a que saliera con el nombre El David Aguilar. Me parecía que era un distintivo interesante, ahora no sé si me arrepiento un poco. Es extraño el artículo ahí, me desespera un poco, a veces, pero digo, bueno, ya está. Te cuento algo muy breve, hay un chico que se llama El David que acaba de surgir y que es cancionista también y además le va bien y me escriben a veces pensando que soy él, pero él es muy joven. Es un poco extraño, pero no sé qué hacer con eso.

En paralelo a esta pregunta, desde Sympathy for the Lawyer, hicimos hincapié en la importancia de registrar el nombre de tu banda o proyecto artístico, al comenzar tu carrera ya que es algo que muchos músicos lo dejan en segundo plano. ¿Qué tan importante es elegir el nombre artístico? ¿Has tenido dificultades por la elección del nombre al haber otros David Aguilar en la red?
Es bastante importante porque te ahorras problemas futuros de cualquier manera y no te arriesgas a que tengas que modificar todo, es sano registrar todo lo que vas haciendo, incluido el nombre, creo yo.

El David Aguilar

Para muchos de los músicos que nos están leyendo, ¿Cómo fue el proceso de pasar de una escena independiente a fichar por una de las majors más importantes del mundo como Universal? ¿Qué aporta a un músico tener el respaldo de Universal?
Pasar a Universal fue una cosa que estuve meditando bastante y platicando con amigos antes de firmar. Lo que me llevó a decidir a hacerlo fue que ya conocía que era ser artista independiente durante catorce años, entonces pensé, ser artista independiente ya lo conozco, voy a ver qué pasa, justo con ese espíritu científico de ver qué pasa probando. Eso fue lo que me llevó a firmar, y la verdad creo que me ha ayudado. Siento que previo a haber firmado yo vivía como empujando mucho, como que había algo que no terminaba de articularse, no sé bien qué es exactamente porque tampoco puedo decir que la disquera, y lo digo también con respeto, me haya ayudado de una manera muy evidente, es más bien el soporte que hay debajo, lo holgado que económicamente puedes llegar a estar en cuanto a la liquidez, porque una disquera funciona como un banco, te da el dinero y te dice que hagas tu disco, bueno, en mi caso es así: «ten, aquí está el capital, haz tu disco y vamos viendo», entonces ese pendiente de ver de dónde voy a sacar recursos para hacer mis discos no existe, y sirve como un confort, como alguien que pone el nombre. También hay ahí una situación empresarial, finalmente, que te sustenta un poco. Diría que no me arrepiento para nada, me siento bien acogido ahí y tiene que ver con la relación que mantengo con ellos finalmente.

«Siento que en todas las dimensiones la empatía siempre está bien, porque lo que yo entiendo por empatía es pensar en el otro, considerar al otro lo más posible, entonces siento que falta en todos los ámbitos. No tengo ubicado exactamente en dónde faltaría en este momento en la industria musical pero estoy seguro que sí, o sea, debe faltar, no siento que pueda sobrar»

Hace unas semanas hablábamos con Silvana Estrada y nos dejaba esta reflexión: «Sí que creo que si queremos profesionalizar la industria deberíamos ser más empáticos: entender realmente qué hace cada quién». ¿Qué opinas sobre ella? ¿Crees que la industria musical necesita de más empatía?
Supongo que sí, lo digo sobre todo pensando en que la empatía nunca sobra. Siento que en todas las dimensiones la empatía siempre está bien, porque lo que yo entiendo por empatía es pensar en el otro, considerar al otro lo más posible, entonces siento que falta en todos los ámbitos. No tengo ubicado exactamente en dónde faltaría en este momento en la industria musical pero estoy seguro que sí, o sea, debe faltar, no siento que pueda sobrar. Ahora, hay algo innegable en la industria musical, y esto es muy fuerte y resume muchas cosas, la industria musical es un negocio, entonces es dinero, hay gente viviendo de eso, hay gente tratando de hacer capital de eso, gente tratando de adquirir poder a través de la industria musical, entonces no deja de ser una dimensión que es agresiva, que es voraz, que es desconsiderada y puede ser que no empática en esos procesos, por qué, porque a veces ves a las personas y a los artistas como un número y dentro de la industria sí puedo imaginar cómo entre personas se ven, o nos vemos, como números o como posibilidades de flujo, de poder o de capital, y eso hace que esta dimensión no esté sobrada de necesitar empatía.

Por último, para todos los artistas mexicanos, latinoamericanos y españoles, ¿Cómo es la experiencia de girar, por ejemplo, en tu caso, de venir a España a tocar? ¿Encontraste más facilidades que dificultades?
Mira, te cuento algo, yo no doy conciertos como El David Aguilar desde junio de 2019. Es una cosa que me encanta podértelo contar, yo no he dado conciertos en más de tres años con El David Aguilar. He tocado como cuatro veces con Vacación en algunos festivales pero, en resumen, no me gusta dar conciertos mucho. Es una de las conversaciones y peleas internas que tengo ahora. A mí me gusta publicar, hacer canciones, generar obra, compartir, entrar en la conversación de que publico obra, y me gusta tocar en medios digitales, en programas de concina que me han invitado amigas, sobremesas, galerías, dos, tres canciones, apariciones así, pero esto de dar un show de cantante con quince canciones y que es un concierto y cuesta tanto, y que soy El David Aguilar, y que ven a verme, y vender entradas, me cuesta mucho psicológicamente al grado de que estoy pensando en renunciar de plano a eso y ser un artista digital, más de estudio, más de medios. ¡Te lo juro! Eso es lo que yo quisiera, no presentarme, no dar shows. En síntesis, porque siento que mi naturaleza, mi personalidad, no es compatible con el universo del espectáculo y del show por muchas cosas, y no me siento como un showman que está ofreciendo entretener a la gente. En todo caso soy como una exposición de canciones en vivo que canta y, eso, no sé, tengo que replanteármelo mucho. Y en esa crisis, por eso, no he tocado mucho. Ahora que fui a España fue a un viaje de relaciones.

Sonar claro es la sección de Sympathy for the Lawyer, empresa especializada en asuntos legales y fiscales de artistas, sellos, promotores, festivales y mánagers. Si necesitas información o asesoramiento, puedes ponerte en contacto con ellos.

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