Culturas contemporáneas de España y Latinoamérica a diario
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jueves 2 de mayo de 2024
Redpem

Experiencias sonoras de cuarentena desde REDPEM

Desde su confinamiento en distintas ciudades, los melómanos de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica (REDPEM) nos cuentan de qué manera han aprovechado el tiempo revisitando y descubriendo álbumes que son referentes obligados en distintos estilos musicales, todos parte del vasto catálogo musical hecho en Latinoamérica y España. Una larga lista que arroja más de un hallazgo de verdad revelador. Títulos que ayudan a comprender de mejor manera el desarrollo de distintas músicas, algunas de ellas sólo conocidas en su lugar de origen, y otras más que bien vale la pena desempolvar y disfrutar de nuevo.

 


 

Johanna Watson Redpem

JOHANNA WATSON (Santiago de Chile)
Cuando me propusieron hablar sobre tres discos y recomendarlos, pensé inmediatamente en álbumes que me hayan llenado de energía en algún momento de la vida. La razón es bastante simple: en un momento como éste, donde la humanidad completa se ve amenazada y los noticieros promueven tristeza y miedo, la música puede ser una forma de salvación. Elevar el espíritu y conectarse con otras emociones es un ejercicio tan sano como revelador: la música sana, lleva a otros espacios e invita a encontrar en el interior, dimensiones fascinantes de sabiduría, calma y transformación.

Espaldas débiles de mujer: Corazones, de Los Prisioneros
Hace unas semanas, Corazones cumplió treinta años. Se trata de un álbum que cambió el sonido y contenido de la que –hasta ese momento– era considerada una banda de rock chilena, cuyas letras contestatarias y el sonido que producían sus integrantes con el bajo, guitarra y batería, cautivaron a la juventud chilena de clase media de los años 80, que, en plena dictadura, se sintió identificada con las acusaciones de desigualdad social a las que le cantaba la banda, desigualdades que, por lo demás, siguen vigentes hasta hoy en el país y que llevaron a un estallido social el 18 de octubre pasado.
El 20 de mayo de 1990, su apuesta pop desconcertó tanto a seguidores como a la prensa: ¿dónde habían quedado las letras de crítica social? ¿dónde estaba el sonido rockero de la banda? Corazones como su nombre anticipa, es un disco de amor, donde el corazón sangrante de su autor, Jorge González, transforma el dolor personal en canciones vivas que nos recuerdan que el amor también duele, que los latidos no se pueden falsear. Cada canción del disco es un universo, una historia que puede parecernos cercana e incluso propia: Amiga mía, Estrechez de corazón, Con suavidad son algunos de los títulos que evidencian que el amor en este trabajo es el gran aludido, como también aparece un grito feminista en la canción Corazones rojos. Con una nueva formación, donde ya no está el guitarrista Claudio Narea y aparece la tecladista Cecilia Aguayo, más el contenido de las letras, Corazones marca otra pauta relevante: la presencia femenina en la banda y el disco toma gran protagonismo; aparece lo sensual, lo erótico, pero también el desgarro de un hombre que sufre de amor no correspondido. Pese a las críticas del primer momento, Corazones se convirtió en un álbum fundamental para el pop chileno, un disco que marca un precedente y que es aplaudido en Chile y otras latitudes latinoamericanas.

 

La canción que nunca calla: La Incomparable, de Cecilia
Las grabaciones originales de las canciones de este disco fueron realizadas entre 1961 y 1966. Décadas más tarde, en una compilación hecha en 1995 por el sello EMI, nace La Incomparable, una edición lanzada en formatos CD y casete en honor al apellido artístico con que se reconoce a La Diva. Cecilia fue tal vez la primera mujer ídola en Chile, cuando, en su apogeo, era capaz de llenar teatros con capacidad de cinco mil personas dos veces en un día, mientras que sus compañeros de la llamada Nueva Ola Chilena lo lograban en grupo y sólo en una función. Es que «La Incomparable» era –y es– una provocadora, una auténtica líder, que como toda buena artista, fue una adelantada a sus tiempos: dejó atrás los vestidos y los cánones de belleza establecidos para configurar su propia imagen, acompañada de una performance sobre el escenario que la acompañaría para siempre. Su voz jovial en estas canciones retratan muy bien aquel ímpetu de La Incomparable, que ha sido recogido por nuevas generaciones de músicas chilenas, sin ir más lejos, la exitosa cantante y compatriota radicada en México, Mon Laferte.
En esta edición aparecen los clásicos que popularizó La Incomparable, como Baño de mar a media noche, Aleluya y Puré de papas, pero también otras canciones llenas de emoción y desgarro: Todo ya lo sé y Último baile son interpretaciones majestuosas, los colores de su voz no zigzaguean en otras tonalidades. Cecilia se mueve en rojo, rojo furioso, blanco o negro.

 

La misma boca grita y susurra: Dual, de 1915
Indie, rock, funk y pop son algunos de los estilos que esta banda argentina explora en dos de sus álbumes editados. Dual es su primer trabajo (2016) y deja en claro que la juventud de sus integrantes –diecinueve años– no fue impedimento para dominar los instrumentos que ejecutan, ni para componer bellas melodías con sutiles complejidades. Es fascinante notar cómo corre por sus venas el trabajo de monstruos del rock argentino como Charly García y Luis Alberto Spinetta. Sin embargo, y aunque suene contradictorio, logran desprenderse de ellos encontrando un sonido actual, efervescente, con grooves que hipnotizan y conceptos en sus líricas que invitan a viajar. Dual, El gede, Desayuno son algunos de los temas potentes de este trabajo, un disco de alta factura, conceptual, que guarda como todo primer álbum, un sabroso gusto a búsqueda, exploración y libertad compositiva.

 


Redpem Umberto Pérez

UMBERTO PÉREZ (Bogotá)
Trilogía involuntaria del rock bogotano de los años 80
En la segunda mitad de los años 80 el rock colombiano vivió una de sus etapas más activas y prolíficas. Después de una década frustrada y estéril, una nueva generación de jóvenes con otra información sonora proveniente del punk, el postpunk y la new wave, trazaron una senda propia de pasión y arrojo en busca de un sonido que los definiera y dejara huella. El envión del fenómeno, casi publicitario, que por entonces se conoció como «rock en tu idioma» y que le ofrecía a la muchachada decenas canciones de bandas iberoamericanas de diferentes raleas, a través de la radio y la televisión, sirvió para que la música que se cocinaba, noche tras noche, en las calles y los bares de las grandes ciudades se materializara en discos de larga duración que, a la postre, se convirtieron en clásicos locales y testimonios irrefutables de la realidad que atravesaba Colombia. En una suerte de tríptico inconsciente, los tres discos que a continuación se enlistan son responsables de gran parte del sonido y la narrativa del rock colombiano que vendría después, al tiempo que exhiben, con desvergüenza creativa, una gran panorámica de la Bogotá que marchaba rumbo al final del siglo entre la violencia del narco y la corrupción del Estado.

El álbum de menor venta en la historia del disco, de Sociedad Anónima
A mediados de la década, Carlos Posada y Gonzalo de Sagarmínaga renunciaron a la consagrada agrupación Compañía Ilimitada para crear Sociedad Anónima, una banda más acorde con sus intenciones estéticas y sus gustos musicales. Tres años después de su nacimiento concibieron El álbum de menor venta en la historia del disco producido por ellos mismos y en compañía de Jorge Estrada, Pedro Roda y Francisco Reyes. El título del álbum ya anunciaba un hilarante sentido del humor que, a excepción de contados casos, era un elemento ausente en el rock nacional. En apenas veintiocho minutos el disco rezuma new wave criolla; en canciones como Los rebeldes, Decadencia, Los porcinos, una versión naif de Llorando me dormí, de Bobby Capo o las recordadas Río Bogotá y La causa nacional; Sociedad Anónima hurgó con simpatía y guasa en los problemas del país y zanjaron un abismo con las bandas colegas.

 

D.E. Mentes, de Distrito Especial
El corazón de la juerga para la muchachada bogotana, a finales de la década, estaba en el barrio La Candelaria, epicentro histórico de la capital. Por tabernas como La Casona, Barbarie o Estación Central, todas ubicadas sobre la Calle Décima, transitaban libremente artistas y bandas que, a su vez, aglutinaban públicos disímiles pero hermanos. Los raros iban en busca de Distrito Especial, un trío cuyo nombre ponía de manifiesto su amor por Bogotá apelando a la circunscripción que entonces tenía la capital. Sobre estructuras apoyadas en rock progresivo y jazz rock, el cantante y tecladista Carlos Iván Medina, el guitarrista y cantante Bernardo Velasco y el baterista Einar Escaff fijaron su atención en diversas músicas tradicionales de Colombia para construir un sonido que denominaron «gastrofunk» y que anunciaba el futuro. En 1989, dos años después de su formación, debutaron con D.E. Mentes, un álbum de estampas que retrata con ironía y delicadeza escenas únicas de la cotidianidad capitalina en canciones como CAI Policía, Pobre viejecita, El escusado, Harequipe, El camión y, especialmente, Bogotá, un himno alternativo, una eterna declaración de amor: «Entre café y cigarrillos, producto nacional / Mi sangre quiere fugarse al acueducto local. / Sentir que llevo en mi cuerpo las venas de esta ciudad / Mi corazón galopante, te hará gritar, Bogotá». El fulgor de Distrito Especial hizo brillar, años más tarde, a otros como Carlos Vives y La Provincia, Bloque de Búsqueda y Morfonia.

 

Orden público, de Hora Local
Hora Local nació en pleno mundial de fútbol de 1986 como un trío conformado por Luis Uriza, Pedro Roda y el guitarrista Ricardo Jaramillo; sin mayores pretensiones iniciales que las de entretenerse en los tiempos muertos, la banda empezó a crecer numéricamente con el ingreso de Eduardo Arias, Gonzalo de Sagarmínaga, el bajista Fernando Muñoz y el tecladista Andrés Rojas. Dos años más tarde, después de tocar en casas de amigos, iniciarse en los bares de la capital, grabaron un sencillo mítico para el sello Polydor que incluía el himno El rock no te necesita en la cara A y Matanza en el bar en la B. En 1990 ya con la moda del «rock en tu idioma» enterrada por las emisoras, acometieron la misión kamikaze de grabar un disco de larga duración que, gracias a las gestiones de José Gandour, sería producido por Many Moure, de Los Toreros Muertos. Grabadas en Ingesón, cada una de las once canciones que integran el disco retrata sin asco a Bogotá y los problemas del país bajo una estética apocalíptica de la mano del rock y la new wave y altas dosis de sátira política. Orden público se editó tarde, en 1991, cuando al rock nacional ya le había vuelto a pasar otro cuarto de hora y el terror a las bombas del cartel de Medellín había cerrado los bares.

 


Lara López Redpem

LARA LÓPEZ (Madrid)
Pánico, de Manuel García
Hablar de discos que adoro, a los que vuelvo una y otra vez, es un poco complicado cuando me refiero a algunos autores. Y menos si sólo puedo escoger tres. Solo hablando de Latinoamérica, tendría que poner casi todo de Spinetta, Charly, Fito Páez, Bola de Nieve, Pablo Milanés. Tendría que añadir Bachata rosa y Ojalá que llueva café, de Juan Luis Guerra. Todo Serrat, muchos de Aute. ¿Han visto el documental Aute Retrato, de Gaizka Urresti? Ya están tardando. Es una verdadera joya. Imprescindible. Y ¿ qué hago con Silvio Rodríguez? Acaba de sacar nuevo sencillo, La adivinanza, además de haber grabado una canción joya como El viejo comunista con su autor, el chileno Manuel García, mi cantautor favorito esta década. Dudo muchísimo entre Témpera o Acuario y, al final, me quedo con Pánico (Alerce, 2005), porque de Silvio ¿cómo escoger entre Días y flores, Mujeres, Al final de este viaje, Oh, melancolía o el directo en Santiago? No puedo, no cuenten conmigo.

 

Corazones rojos, de Las Tesis / Corazones, de Los Prisioneros
Como el álbum Corazones de Los Prisioneros cumple treinta años, cuatro artistas de Valparaíso ahora conocidas en todo el mundo, el colectivo Las Tesis, han decidido revisar Corazones rojos, una de sus canciones integrantes y una de las más populares del supergrupo de su paisano, el chileno Jorge González, estrella contestataria y provocativa a la altura de leyendas como Gustavo Cerati. Ellas dicen que es una canción que habla de una realidad perfectamente aplicable en el Siglo XXI, así que han añadido estrofas a la letra subrayando las distintas formas de violencia que la sociedad machista y patriarcal sigue ejerciendo hoy en día. Como saben, Las Tesis son las autoras de Un violador en tu camino, himno en las calles de Chile contra las injusticias y desigualdades sociales, económicas y políticas del que nos hicimos eco en todo el planeta. Y ahora también son en parte culpables de que lleve horas escuchando esa y otras canciones del disco, como Tren al sur, Amiga mía, Estrechez de corazón o Por amarte tal cual hacía a pleno pulmón en 1990, cuando se publicó. Uno de los contados discos pop de mi colección y uno de los pocos que escuchaba enteritos, sin saltarme ni una. Hay que reconocer que con los casetes saltarse las canciones era un poco más rollo que ahora.

 

Para cantarle a mi gente, de Mercedes Sosa
Y tendría que añadir a Mercedes Sosa, por supuesto. Pero ¿qué escoger de esa barbaridad de mujer? Pienso en una pequeña trampa, seleccionar un disco con invitados. En los dos volúmenes de Cantora, la Mami Sosa, además de con los ya mencionados Serrat, Spinetta, Páez y Cerati, contó con René Residente, Vicentico, Liliana Herrera, Sabina, Julieta Venegas o Franco de Vita, que está estupendo en Cántame. Pero, claro, me dejo fuera un En Vivo en el que compartió escenario con otros grandes como León Gieco, Patricio Mans o Eduardo Gatti. Pero me puede la nostalgia y escojo Para cantarle a mi gente (Phillips, 1977), un disco que encontré entre los vinilos y casetes de mi madre y que me aprendí de memoria a los diez años, junto a Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat; La Cantata de Santa María de Iquique, de Quilapayún, y Canto libre, de Víctor Jara que –por cierto– voy a buscar ahora mismo, para seguir «cantando al sol, como la cigarra».

 


Redpem Raúl Cachay

RAÚL CACHAY (Lima)
Más recomendaciones para la cuarentena
En estas largas semanas de cuarentena y aislamiento, muchos melómanos nos hemos dedicado a saldar viejas cuentas con los patios menos frecuentados de nuestras propias colecciones de discos y a «surfear» las plataformas de streaming en la búsqueda perpetua de un nuevo bálsamo musical. En medio de esta atmósfera irremediablemente enrarecida, algunos de nosotros hemos podido dedicar largas horas para reencontrarnos con discos queridos que acumulaban polvo en el rincón más alejado de los estantes, escuchar con calma proyectos ambiciosos o «difíciles» y paladear hallazgos recientes.
En tal sentido, me permito recomendar tres discos, todos de artistas peruanos, que han hecho que estas jornadas de confinamiento otoñal se hagan un poco menos intolerables.

Kursiles romanzas, de Daniel F.
El primero de ellos involucra uno de los cambios de timón estilísticos más radicales e inesperados de toda la historia del rock peruano. Daniel F., poco después de abandonar Leusemia, una de las bandas fundadoras de la «movida subterránea» –la tardía pero fascinante manifestación local del estallido punk–, editó Kursiles romanzas, su primer lanzamiento como solista, una colección de canciones que estaba muy lejos de la rudeza y el primitivismo del grupo que lo dio a conocer y que lo revelaba como un cantautor dotado de una sensibilidad absolutamente inusual para la incipiente escena alternativa peruana. Kursiles sobrantes, editado un año después, en 1987, siguió la misma senda: baladas y fragmentos de canciones de amor que sugerían la influencia de artistas como Fernando Ubiergo, Silvio Rodríguez, Víctor Manuel o Bruce Springsteen, en lugar de cualquier referente remotamente punk o contestatario. Es apropiado volver a las Kursiles porque son composiciones que también surgieron, en su momento, de la reclusión y el aislamiento: Daniel F. ha admitido en muchas oportunidades que se encontraba atravesando entonces el peor momento personal de su vida, luego de una ruptura sentimental particularmente devastadora.

 

Noiculoveer, de El Aire
El segundo disco que quiero recomendar es un genuino artefacto «de culto» del rock peruano del nuevo milenio. Se trata de Noiculoveer, y la «fantástica» circunstancia, una box set de tres discos (El conflicto de las emociones, Como un día en la radio y En la era de la luz…) que fue lanzada originalmente por El Aire –el proyecto unipersonal del enigmático músico limeño José Javier Castro– en 2002 y que luego fue reeditada (con una calidad de sonido infinitamente superior) por el sello independiente A Tutiplén en 2018. En sus tres volúmenes, se alternan densos pasajes de ruidismo y experimentación cacofónica con divagaciones electrónicas, epifanías acústicas y unas cuantas canciones absolutamente convencionales y digeribles que podrían haber sido éxitos radiales en algún universo paralelo. Es algo así como el equivalente musical de una sesión de zapping en el «cable interdimensional» de la serie animada Rick y Morty: una experiencia atiborrada de tantos estilos, referentes y temperamentos que puede llegar a ser un poco agotadora. Claro que para eso sí ha servido el confinamiento: para escuchar Noiculoveer de un tirón, con sus 163 minutos de duración, y no terminar con los fusibles calcinados en el intento.

 

Gestalt, de Alonso del Carpio
Mi tercera sugerencia es un hallazgo muy reciente. Gestalt, del pianista Alonso del Carpio, es un álbum instrumental que fue puesto en circulación de manera sumamente discreta pocos días antes de que se decretara el confinamiento obligatorio en el Perú, a inicios del mes de marzo. Es un disco que reúne seis piezas sinfónicas que navegan entre la contemplación y la apoteosis, y que proyectan al también integrante de la agrupación de rock El Hombre Misterioso –una de las más interesantes y singulares de la escena local– como una figura de la música peruana contemporánea a la que sin duda conviene seguirle la pista en el futuro.

 


Enrique Blanc Redpem

ENRIQUE BLANC (Guadalajara, México)
Enlisto estos tres títulos –todos me parecen indispensables– a los que por diversas razones me he acercado durante la cuarentena. Debo decir que volver a ellos ha sido refrescante. Cada uno me ha permitido valorar una vez más su importancia, a la vez que comprender su vigencia. Redescubrirlos ha sido una experiencia intensa y esperanzadora.

Una semana en el motor de un autobús, de Los Planetas
La contingencia que vivimos me ha permitido acercarme a algunos libros que tenía allí en el estante con el interés de internarme en ellos. Uno de tantos es Cuatro millones de golpes, de Eric Jiménez, el baterista de Lagartija Nick y Los Planetas. Llegar al capítulo donde recuerda la grabación del disco que muchos consideran la gran obra de los segundos, me remitió al libro sobre el mismo escrito por Nando Cruz. Y claro, a la escucha de ese gran álbum; uno de los predilectos de una de mis bandas favoritas del rock español. Una semana en el motor de un autobús se grabó en Nueva York con la asesoría en producción de Kurt Ralske (Ultra Vivid Scene). El resultado fue maravilloso y lo he vuelto a constatar disfrutándolo. Del primer redoble de batería –grabado por Jiménez– que abre Segundo premio a esa joya de psicodelia de nueve minutos y medio que es La copa de Europa, pasando por canciones emotivas como Un mundo de gente incompleta, Montañas de basura, la psicodélica Toxicosmos o la clásica Cumpleaños total. Volver a este disco es constatar una vez más la imaginación musical de J y Florent en un inalcanzable momento de inspiración.

 

Odio Fonky. Tomas de buró, de Jaime López y José Manuel Aguilera
Estos dos personajes son los secretos mejor guardados del rock mexicano. El primero es un mago del caló de la calle, con una querencia a ir lo mismo a la canción de autor que al blues, al folk que a la música norteña –es nativo de Tamaulipas. El segundo lleva al frente a La Barranca desde hace años y su guitarra es por mucho la más creativa y refinada del rock nacional. Juntos cultivaron este racimo de canciones sobre el que escribí para el libro 100 discos esenciales del rock mexicano –compilado en parte por nuestro colega David Cortés– lo siguiente: «Dos músicos con oficio e imaginación, encarándose con sus instrumentos de por medio y buscando hacer un disco colmado de originalidad, esa parece ser la fórmula que dio vida a los dieciséis temas de Odio Fonky, varios de los cuales siguen considerándose entre los momentos más inspirados de la abundante obra de sus autores». Y, claro, a continuación me detuve en canciones como Chilanga banda, Tatuaje y Fama fatal, algunas de las que más me gustan de este discazo.

 

Da lama ao caos, de Chico Science & Nação Zumbi
La obra cumbre del mangue beat pernambucano abre con uno de los cañonazos más apabullantes del rock brasileño: «Banditismo por uma questão de classe» comunica la potencia de un híbrido que combina la velocidad oral del hip hop, la ferocidad de la percusión nordestina y la influencia del rock más extremo, un homenaje en el que el genial Lucio Maia evoca de la mejor manera a Hendrix. Un tema ineludible que deja entrever que vendrán otros doce en los que la emoción no tiene pausa alguna. Enseguida acomete otra canción colmada de intensidad, un relato de cuatro minutos de una Recife a mitad de camino entre la ciencia ficción y el presente marcado por la miseria de sus zonas mas desprovistas. Su estribillo nos lleva a imaginar los ríos, puentes y carreteras como «impresionantes esculturas de lama». El legado del trágico Chico Science que revolucionó el horizonte de la música brasileña a mitad de los 90, una catapulta de imaginación de la que aún hoy escuchamos, imbatible, su resonancia.

 


Jaime Andrés Monsalve Redpem

JAIME MONSALVE (Bogotá)
Hace unos días podríamos haber escrito que los que corren son días atípicos. Pero dos meses y medio después, el encierro parece habérsenos convertido en la nueva normalidad. Ahora las autoridades colombianas anuncian unos protocolos de reactivación social y económica de una laxitud que se nos va antojando incluso perversa. Tal vez por ello nuestras colecciones, las novedades discográficas, las búsquedas y compras –ahora por correo–, nos llaman cada vez más a quedarnos, a no movernos. A recordar que cada disco es un universo y que podríamos estar navegando por siempre entre surcos. Y últimamente me he estado paseando por las constelaciones de estos tres ejemplos de hondura infinita.

En vivo, de Rodolfo Mederos y Generación Cero (grabación de 1977 editada en 2019)
Agrupación inclasificable donde las hubo, Generación Cero fue el proyecto eléctrico encabezado a finales de la década de los 70 por el bandoneonista argentino Rodolfo Mederos, otrora partícipe de la legendaria orquesta típica de Osvaldo Pugliese y de un par de proyectos del eterno vanguardista Astor Piazzolla. El espíritu del tango, sumado a los intereses que el joven ejecutante acusaba entonces por el rock progresivo, las bandas sonoras y el avant-garde, dio como resultado una sonoridad emocionante de corte instrumental, reflejo de los tiempos que corrían en el país austral, crisol de multiculturalidad sacudido por convulsos tiempos políticos y sociales. Dos grabaciones oficiales y un regreso a escenarios hace un par de años determinaron la historia de Generación Cero. En marzo pasado, en pleno coletazo de la alarma internacional, mi colega y amigo Humphrey Inzillo (lean sus sesudas reflexiones sonoras en las recomendaciones de REDPEM) me cumplió el deseo de tener en formato físico esta grabación nunca antes publicada de un concierto de Mederos y compañía en diciembre de 1977, en el porteño Teatro Coliseo. Un puente emocional y virtuoso con orillas en el espíritu de los dos Charlys de Buenos Aires: García y Gardel.

 

No m’arrecojo, de Diego Carrasco
Sólo el milagro explica que pueda llegarnos al alma un «cantante» que lo tiene todo, menos voz. Si lo hablamos entre comillas, es por la condición de cantaor de Diego Carrasco frente a la genérica denominación de cantante. Y también porque eso que en Colombia llamaríamos «un hilito de voz», tan distante del alarido roto de un Camarón de la Isla o del temperamento abaritonado de un Enrique Morente, no es óbice para que Carrasco ocupe su merecido lugar en el Olimpo del flamenco universal. Reconocido también como guitarrista de otros colegas bajo el mote de Tate de Jerez y por sus escarceos con un flamenco que le habló de tú a tú a los niños andaluces de principios de los 80, su entrada al catálogo del sello madrileño Nuevos Medios, del entrañable Mario Pacheco, determinó una obra escasa, un puñado de grabaciones que nos resultan insuficientes, un personalísimo opus en el que el espíritu renovador y un particular desenfado suplen por completo su manifiesta afonía y esa suerte de ahogo que a veces siente uno que lo aqueja y que aprieta el alma al escucharlo. En 2017, Carrasco lanzó un álbum doble con el que celebró «cincuenta años en esta puta pero linda profesión», con temas nuevos y otros de antología en nuevas versiones, con participación de Sabina, Calamaro, Sanz, Ríos y Ruibal, entre otros. ¡Y olé al hippitano, hippie y gitano!

 

Reflexión, de Las Áñez
Ponga usted a Meredith Monk a cantar con un bombo legüero frente al espejo y tendrá la imagen de Juanita y Valentina Áñez, gemelas bogotanas criadas entre la influencia de la escena independiente de la última generación y la lejana sombra de su más ilustre familiar, el compositor Jorge Áñez, el mayor de los cronistas de la escena sonora del país en la primera mitad del siglo pasado. Representantes de un estilo vocal y armónico íntimo y desgarrado, heredero a su vez del ambiente coral, la ejecución a capela y un entendimiento de la economía de recursos instrumentales en donde menos es más, Las Áñez arroban (no en la definición errada que le han dado a esa palabra las redes sociales). El manto de seda de sus voces descoloca, acaba por desmembrar todo aquello que creías eran sobreentendidos, te da la noticia feliz de no haberlo escuchado todo en el mundo. Eso ocurre con cada una de sus grabaciones, y la más reciente, la tercera ya, lanzada este 2020, no hace sino recordárnoslo. La incorporación discreta de la electrónica, la alternancia entre las tradiciones latinoamericanas y la vanguardia universal, y algunas participaciones como las del argentino Kevin Johansen y del dueto venezolano El Tuyero Ilustrado, terminan de redondear este dechado de recogimiento, a veces cuchillo, a veces bálsamo. «Bienaventurado sea el que a su sentir sorprende», dicen en Canción migratoria: pocas con la facultad de Juanita y Valentina para permitir que obre esa bienaventuranza.

 


Xavier Valiño REDPEM

XAVIER VALIÑO (Las Palmas de Gran Canaria)
Como gallego de nacimiento, y después de buena parte de mi vida vivida entre la lluvia y la morriña, me apetece rescatar tres discos de mi tierra que tienen más de treinta años pero que no han perdido un ápice del genio creativo que los impulsó, sino todo lo contrario.

El primero, Golpes Bajos, data de 1983, y se trata el primer mini-LP homónimo de Golpes Bajos, publicado por Nuevos Medios. Aún con su pasado punk pisándole los talones, Germán Coppini encontró a Teo Cardalda, y ambos contaron con la ayuda del padre de este, que presentó su maqueta al concurso de Rock Espezial y compró los pastelitos necesarios para votarlos y que lo ganaran, convirtiéndose de paso en su dieta casi exclusiva durante seis meses. Sus tres breves discos, acompañados de Pablo Novoa y Luis García, son la trayectoria más ejemplar del pop gallego y casi que también español, en la que sólo hay un punto negro: su desafortunada reaparición en el 98, que mejor no computamos en su discografía. Tanto este primer mini-LP (con No mires a los ojos de la gente y Malos tiempos para la lírica) como sus otros dos discos –A Santa Compaña, Devocionario– reúnen suficientes méritos para ocupar un lugar en el olimpo (y, también, para que yo decidiera hace unos meses dedicarles un libro Escenas olvidadas. La historia oral de Golpes Bajos).

 

Dos años después aparecía Mujer y sentimiento de Los Coyotes (Tres Cipreses/Dro, 1985). Fue entonces cuando el músico, diseñador –y unas cuantas cosas más– Víctor Aparicio (también conocido como Víctor Abundancia) se descubrió como un auténtico macho y rey de la pista, orgulloso de su corazón caliente y de su sangre latina, y el psychobilly de los primeros tiempos dejó paso a la avanzadilla del rock latino que estaba por llegar y que creó sin despeinarse. Su «300 kilos de pueblos latinos / los pueblos hermanos son sudamericanos» sigue siendo una declaración tan primitiva como gloriosa. Con ella llegaron también Cien guitarras, Como un extranjero o El mono, tonadas contagiosas y siempre efectivas.

 

Terminamos un año después, con Fai un sol de carallo, de Os Resentidos (Dro, 1986), el primer grupo en tener un éxito pop en España cantando en gallego después de Andrés do Barro. Primero fue el surrealista Vigo, capital Lisboa en el que el poeta Antón Reixa se preparaba para la carrera de fondo en la que se convertiría en un lúcido todo-terreno del show-bussiness. Después llegó Galicia caníbal, el himno por excelencia del rock gallego, acompañada en Fai un sol de carallo de un puñado de canciones más que afortunadas entre efluvios de rock, hip-hop y ritmos latinos. El resto fue descubrir los ritmos negros en otros cuatro discos, antes de que Reixa contactara con Kaki Arkarazo y soplara el viento de Nación Reixa y de su obra en solitario. Eso sí, siempre en gallego. Son los únicos de los tres que han decidido renacer recientemente.

 


David Cortes Redpem

DAVID CORTÉS (Ciudad de México)
No sé cuándo se abrirán las puertas de casa sin temor a que la COVID-19 se cuele en un descuido. A puerta cerrada, me doy cuenta que extraño el sol y la voz humana, su calidez, la emoción, sus matices. Abunda el tiempo, los minutos permiten regresar a discos y obras que en otro momento no tendrían cabida.

Camarón Revolution (Serie de Netflix)
Una de ellas, novedad para mí, es Camaron Revolution, bello documental del que me habían hablado maravillas y todas ellas se quedaron cortas. Todo empezó con un repaso a La leyenda del tiempo, fabuloso álbum aparecido a mediados de 1979 de Camarón de la Isla y al cual el paso de los años no le ha hecho mella. Es un trabajo fabuloso, esperanzador y lleno de vitalidad, sobre toda esa cualidad fue la que me hizo devorarlo una y otra vez y finalmente vencer mis reticencias hacia Netflix para verlo.

Aquí no pasaba nada, documental sobre Dangerous Rhythm
Aquí en CDMX –en realidad en todo el mundo porque se estrenó vía Facebook dada la cuarentena– vi el documental Aquí no pasaba nada en donde se retrata el surgimiento de Dangerous Rhythm, una de las primeras agrupaciones punk mexicanas que vino a romper un poco con el largo silencio impuesto al rock en México por parte de las autoridades del país. Ideal para entender las diferentes formas en las que ha surgido la música en Iberoamérica.

La tejedora de sueños y Motivos del sitio 29, de Varios Artistas
También repaso recopilaciones, temas sueltos para programarlos en mi programa de radio El otro rock mexicano, que se transmite por Internet todos los miércoles en www.planeta9radio.com. De esa búsqueda rescaté un par de recopilaciones que recomiendo ampliamente, sobre todo a quienes creen que hay cosas que apenas han surgido a la luz: La tejedora de sueños y Motivos del sitio 29. Ambos documentan el inicio de una escena tijuanense de donde uno de sus principales exponentes sería Nortec.
He visitado mucho el pasado estos días, porque a pesar de todo creo que tenemos futuro. Mientras éste llega, me acompaño con estos y otros discos.

 


REDPEM Mercedes Sanz

MERCEDES SANZ (Caracas)
A continuación tres álbumes que he disfrutado durante la cuarentena.
La llorona, de Lhasa de Sela
Si hay una cantante de finales del Siglo XX capaz de perturbar el sueño, remover sentimientos y pensamientos más ocultos, y de crispar de la misma manera como lo hacían La Lupe, Billie Holiday o Chavela Vargas, esa es Lhasa de Sela. Así lo dejó claro en La llorona (1997), su carta de presentación discográfica.
El nombre no pudo haber sido mejor por todo lo que esta figura representa en la cultura mexicana y latinoamericana en general: la mujer espectral, cual nómada, a la búsqueda de sus hijos por caminos inciertos, en la oscuridad, en la nada, en el silencio. Es lo que Lhasa demuestra a través de las letras y de su voz rasgada y angustiosa, cargada de pesar, de dolor y recuerdos de infancia.
Es una voz herida que sale desde lo más hondo de las entrañas emocionales. Esto se siente al escuchar De cara a la pared, El desierto, El pájaro, Por eso me quedo y el resto de las piezas. Más que hablar de ritmos, es abordar lo que La llorona transmite al oyente.
A partir de este disco, Lhasa se ganó un lugar en la canción de autor universal, con reminiscencias de música tradicional latinoamericana y del mundo. Esa voz potente, que sabe cuándo explota, cuándo es tenue, enfática, meditativa o ensimismada, no necesita mayores acompañamientos, si acaso un instrumento o ella sola, desnuda, lanzada al tormento, al desamor, a la melancolía, a la noche, al vacío, a lo desconocido.

 

Bacalao Men, de Bacalao Men
Lo latino y la electrónica se erigen como los conductores de un disco significativo, no sólo en la carrera de la banda, sino también en la historia de la música en Venezuela. Si quieren conocer musicalmente a Caracas, cómo se escucha la ciudad capital, este trabajo es un fiel reflejo de esa amalgama multisonora donde confluyen ritmos criollos y foráneos, el ayer y el hoy, dando paso a una infinidad de fusiones.
El dub, el trip hop noventero, los delay y más estilos y efectos construyen capas psicodélicas que se funden sobre la base latina, siendo el songo lo que más resalta. A esto se suma la voz grave de Pablo Espacio, la lírica irónica que retrata alguna cotidianidad o la imaginación de sus autores (principalmente Pablo y Rafael Gómez) y el ambiente caraqueño ruidoso, confuso, lleno de contradicciones, historias, sueños… Es un sonido particular que sólo su habitante sabe entender.
Caracas suena a muchas cosas a la vez, y esa ebullición es captada en este disco homónimo: el debut de Bacalao Men en 2001. Cada tema tiene una estructura diferente, incluso algunos presentan aires de funky y boogaloo, en otros se siente más la percusión o los samples, en fin, hay una diversidad que se entrecruza con el swing caribeño, citadino y abstracto de una metrópolis única como lo es la Sultana del Avila.

 

Casaerius, de Alfredo Casero
La trompeta jazzeada, los scratches de locura, el piano intimista, la voz ronca, la prosa poética y nostálgica moldean una atmósfera sensual y arrebatadora. Quizás sea el bolero electrónico más impactante que haya escuchado. El solo hecho de que este disco contenga algo así ya lo hace imperecedero. Es Amores locos, que nos atrapa desde que comienza y cuando termina lo volvemos a oír. La emoción que despierta es la misma de algún tema romántico e icónico de Raphael, Camilo Sesto o Juan Gabriel.
Pero Casaerius (2004) no termina allí. Hacer una versión de una canción inmortalizada nada más y nada menos que por Charles Aznavour, es un desafío enorme. Se trata de Con (Avec), y Alfredo Casero la adapta a su estilo, aunque respetando la estructura original.
El tema en japonés, Shimauta, fue el que más se difundió, y aunque está bien logrado, el álbum va más allá. Esa suerte de reggae con matiz de cumbia se deja escuchar en Pizza conmigo. La otra increíble adaptación es la balada I Remember You, sobre la base de smooth jazz; y así cada tema es, a su vez, una obra de arte visual, porque Casero sabe jugar con el texto: un cuento llevado a sonido, de ahí el uso de música incidental.
El humor, la literatura y el cine se combinan magistralmente en este disco experimental, ecléctico, lúdico, sorprendente y acogedor.

 


William Padrón Redpem

WILLIAM PADRÓN (Santiago de Chile)
Maestra vida, de Rubén Blades
«La historia es idéntica a todas las historias de este barrio. Quizás sea la misma. Por eso, como siempre, la música no es más que un pretexto», relata el periodista, locutor y escritor venezolano César Miguel Rondón, años después autor de El libro de la salsa: Crónica de la música del Caribe urbano; quien hace las veces de narrador e introduce el disco en el tema Prólogo.
Cuatro décadas han pasado desde que Rubén Blades, junto con la eximia Orquesta de Willie Colón, editaran la ópera salsa: Maestra vida (Fania, 1980). Un álbum doble que cuenta la historia de Carmelo Da Silva, un sastre que se enamora de Manuela Pérez y tienen a Ramiro, su único hijo. El noviazgo, matrimonio, nacimiento, las adversidades, el dolor humano, la desesperanza, hacen parte del contexto narrativo en el que su autor le da vida a estos personajes; una suerte de narrativa literaria latinoamericana que aborda hechos y contradicciones urbanas.
Los arreglos magistrales de Colón desde que comienza la primera parte de esta placa, una composición orquestal que incluye cuerdas, flauta, corno francés y oboes, desembocando en un cha-cha-chá con bossa nova que se torna bolero. Maestra vida va más allá de la salsa, fusiona folclore latinoamericano con música clásica y le agrega urbanidad, lo adereza con las conversaciones en el bar y los diferentes escenarios en el que se desarrolla la trama. La historia fue escrita en Nueva York pero bien podría ser en el barrio de cualquier ciudad de Latinoamérica.

 

Sorpresa, de Cheo Pardo
El ex guitarrista de Los Amigos Invisibles, hace su debut en solitario con un álbum en el que se disfruta la esencia de sus composiciones y sobresale la marca registrada que construyó José Luis Pardo, autor de un porcentaje significativo del legado sonoro de banda con que se dio a conocer. Así se muestra ahora, a través de canciones que reconectan con esa pieza faltante del rompecabezas en el universo de LAI.
Cheo, a secas, así es su nombre artístico. Responsable de Sorpresa (Nacional Records, 2020), un álbum que transita entre dance, funk, bossa nova, bolero, guaguancó, salsa y hasta un homenaje a las bandas sonoras de películas pornos, escrito con una lírica divertida, ligera y reflexiva de la cotidianidad. Tiene un gusto musical exquisito, sin dudas es curador musical nato.
Productor, DJ y pilar fundamental de los proyectos Los Crema Paraíso, Orquesta Discotheque y Locobeach (cumbia sicodélica), Sorpresa absorbe de la Fania All-Stars, Tears For Fears, Morrissey, Sergio Mendes y João Gilberto, todas influencias marcadas de su autor. Cheo es uno de los guitarristas más destacados de su generación y aquí hace un sutil uso del instrumento, con la precisión y distorsión requerida, consolidando esa personalidad que ha construido en las seis cuerdas durante las casi tres décadas de trayectoria como uno de los artífices de la escena cultural de los años 90 en Venezuela.

 

Relato, de Vicente Cifuentes
El cantautor chileno hace una pausa en su Bachata local para retomar la canción de autor en Relato (2020), un EP de siete canciones motivadas por el desahogo, exponiendo el sentir colectivo desde toda la experiencia vivida durante estallido social en octubre del año pasado en Chile.
Cifuentes relata las vivencias, su perspectiva, la lucha, la utopía y el tumulto interno. La propia sensación en el que estos sucesos fueron tomando forma, hasta quedar en stand by por la pandemia, alimentan estas creaciones. Muertes, luto, agite, las barricadas, la frustración. Una oda a sus compatriotas que luchaban en la primera línea de batalla de las manifestaciones.
Trova, pop, son, folk y un merengue, le dan forma a la sonoridad de esta pieza de alivio personal. Vicente pasa de lo crooner a la canción protesta, reflexiona, se sincera y ataca al sistema, las políticas de estado, la represión policial. En toda esta vorágine y, a pesar de lo iracundo de su gestación, Relato afina una arista de la esperanza, saluda desde el amor y cicatriza dolores internos para mantener las ganas de cambiar el sistema en los venideros meses.

 


Redpem Mavi Martínez

MAVI MARTÍNEZ (Asunción)
Delitos y fantasmas, de Hugo Ferreira
Uno de los cantantes y compositores más exquisitos que tiene Paraguay es Hugo Ferreira, nacido en los albores de la canción social urbana paraguaya. A lo largo de su carrera, que comenzó en la década de los 90, ha lanzado discos de particular belleza compositiva. Uno de mis favoritos y en este caso recomendado es el segundo, Delitos y fantasmas (2003), donde su cálida e inconfundible voz arropa e ilumina.
En trece canciones de amor, desamor y revoluciones, hay baladas (incluso algunas bien rockeras), bossa nova, salsa, aires flamencos, y más. Pero lo que hace de este disco especial es que su pluma exquisita, que exuda pasión, se ve realzada por el tratamiento electrónico, como también por los arreglos de estética jazz y rock, que aportaron algo novedoso para la canción de autor en aquella época.
La perlita del disco es la colaboración con Jorge Drexler para De amores y locuras. Ésta es hasta ahora la única colaboración que el uruguayo ha realizado con un músico paraguayo. También colaboraron otros cantantes nacionales como Aldo Mesa, Víctor Riveros y Ricardo Flecha.

 

Cambio de vida, de Marcela Lezcano
Islandia tiene a Björk, Estados Unidos tiene a St. Vincent, Noruega tiene a Aurora. En esta línea de ejemplos de algunas cantautoras extraordinarias y etéreas Paraguay tiene a Marcela Lezcano, una artista de voz y carácter únicos que merece ser reconocida en el mundo. Para deleitarnos con su ángel tenemos su primer y único disco, Cambio de vida, lanzado en 2017, con el que esta hechicera musical cumple con su misión: encantar.
En diez temas la cantante y compositora traspasa por diferentes portales musicales, meciendo al oyente entre la delicadeza y la potencia de su voz, según lo que exige la canción. Como ejemplo de esto podemos citar la poderosísima Hombre vampiro, donde Marcela hace gala de la autoridad y sensualidad de su voz, y en las antípodas de este estado se encuentra la sublime Wakura, donde entre el reverb de las guitarras y la suavidad con la que nos canta podemos vernos sumidos en un apacible sueño.
El disco es así un deleite de principio a fin en el que ella nos habla tanto del amor como de la realidad social del país. La magnética artista nos pasea por baladas rock, folclore, rock, con ese talento vocal, amplio y claro que te atraviesa como un puñal pero paradójicamente no te lastima, sino que te cura. Así de extraño y mágico al mismo tiempo.

 

Mediofusil, de Vinilo’s
A unos treinta kilómetros de la capital asuncena de Paraguay se encuentra Itauguá, una ciudad reconocida por el trabajo de las tejedoras del ñandutí, pero que también se empieza a hacer notar por su música.
Uno de los grupos que pisa más fuerte en su escena es Vinilo’s, que el año pasado lanzó Mediofusil. Con este trabajo, los itaugüeños son también unos tejedores pero de la música, ya que en cinco temas enlazan una variedad de géneros con brillantez, sonido impecable y una gran riqueza de texturas vocales e instrumentales.
La bossa nova Porque quiero abre este tour que nos hace viajar de un estado emocional a otro. Le sigue la emotiva balada rock Nena, que te atraviesa por la fuerza de sus guitarras, acústica y eléctrica, mientras que El tiempo atrás contagia su chispeante aire bluesero. Anastasio amplia los horizontes musicales hacia una fusión entre la polka paraguaya y el rock, salpicado de espíritu jazz en el abordaje de los solos. El tema que nombra al álbum lo cierra con grandeza. Los músicos entregan toda su destreza, desplegando suma belleza interpretativa en esta reflexiva canción que pone a las guerras en discusión.

 


Juan Carlos Hidalgo Redpem

JUAN CARLOS HIDALGO (Pachuca)
Sangre Asteka, de Sangre Asteka
Una de las joyas ocultas y más deslumbrantes en la historia del rock mexicano. Se trató del encuentro del extraordinario guitarrista José Manuel Aguilera (La Barranca, Jaguares) y el acordeonista Humberto Álvarez (Casino Shangai, MCC) y la resolución compositiva resultó extraordinaria. Filtraron elementos del folk –como las polkas– y ciertas evocaciones prehispánicas en una forma de rock llena de misterio y épica. Quizá hasta pudiera ubicarse en el disco cierto influencia de la new wave –un tanto más oscura. Incluye canciones que se han vuelto legendarias como La resistencia y Hay otros mundos. A la distancia, suena tal vital y seductor como el primer día.

Vida, de Timoneki
En México se deja sentir esa corriente que busca asimilar al folclore latinoamericano a una forma contemporánea de piezas que con soltura tiran de la electrónica o de sutiles elementos jazzísticos. Este combo surgido en Cholula, Puebla, se movió hacia la capital de la república para potenciar su proyecto y no sólo encontró mayor difusión sino un aspecto cualitativo creciente. En su mixtura existe un mayor equilibrio, han crecido como ejecutantes y tiene un par de excelentes invitados: en Mi gente está Silvana Estrada y en el tema titular el balafonista de origen guineano Yadi Camara. Un disco elegante y lleno de gozo (más un ánimo ecologista); el lado luminoso y afortunado de la fusión.

 

Selección natural, de Monodram
Una evidencia más de la amplitud de registros del rock que se hace en suelo mexicano. Desde Cuernavaca, Morelos, este cuarteto apela a sorprender con su segunda producción: un álbum acústico grabado en vivo desde una alucinante hacienda. Tienen como invitado al virtuoso saxofonista Adrián Terrazas (The Mars Volta) para dar a sus temas una nueva estructura, que no niega proceder del grunge y el post-rock. Se volcaron en cuidar al máximo la calidad de audio y de paso incluir A través de ti, un homenaje al grupo Ansia y su fallecido guitarrista Rogelio Gómez. En este formato y (con la aportación experimental de Terrazas) la energía se expande.

 


Diego Londoño Redpem

DIEGO LONDOÑO (Bogotá)
MSDL, de Vetusta Morla
La banda originaria de Tres Cantos, Madrid, se reinventa cada vez que puede y en esta ocasión, en este disco llamado MSDL, un lado B de su disco Mismo sitio, distinto lugar, crea un mundo paralelo, una reversión de sonidos propios que reinventan el concepto de su viaje musical sin moverse del mismo corazón. Estas versiones, además de creativas, son un oxígeno que reinventaron en concierto con una puesta en escena impactante. Los aires acústicos y los sonidos folclóricos de varias regiones, son protagonistas en esta nueva placa recién salida del horno.

 

El siglo del Loro, de Pala
Pala es uno de los cancionistas actuales más importantes de Iberoamérica, sus canciones y discos, más que melodías y armonías, son literatura dispuesta para oídos curiosos.Es una de las voces que el mundo entero debe escuchar. Y este disco, sus anécdotas, sus colaboraciones, son un gran ejemplo para explicar eso de las historias, la franqueza y el corazón. Literatura musical que se expande al mundo. Qué necesaria esta voz y este disco para la actual generación de cronistas musicales.

 

Este minuto, de Javier Calamaro
La voz de Javier es una gran representación del apellido Calamaro. Su vida se debate entre el tango, el rock, la familia y los deportes extremos. Por eso, el acto de hacer canciones es su necesidad diaria. En ese ejercicio, contando los minutos que quemó, las vidas que se fueron y los amores y amigos que quedaron, nació este disco, un gran compendio de elementos dispuestos para hacerle un homenaje a su padre, a su hermano, a su Argentina del alma, a personajes fundamentales de esa arqueología rock y todo con una voz, profundamente rock desde el arrabal tanguero. Personajes como David Lebón, Jorge Serrano y Andrés Calamaro participan en él.

 


Betto Arcos Redpem

BETTO ARCOS (Los Ángeles)
Batuco, de Son Rompe Pera
Desde niños, los hermanos Jesús Ángel y Allan Gama crecieron tocando la marimba al lado de su padre, en fiestas y eventos, en barrios de la Ciudad de México. Por eso, el sonido cálido de marimba de su grupo Son Rompe Pera nos transporta a las calles de muchas ciudades y pueblos de México. Este álbum es un homenaje a «Batuco», el padre de los hermanos Kacho y Mongo, porque gracias a él aprendieron a tocar y entender la sonoridad de la marimba. Aquí reina la cumbia del Pájaro Chogüí y el Pájaro Cenzontle, y también Los chucos suaves bailan cumbia con mucho sabor y actitud punk de barrio.

 

A los cuatro vientos, de Eugenia León
Con una carrera de más de cuarenta años, la cantante mexicana Eugenia León ha grabado mas de treinta y cinco discos cubriendo la rica diversidad de géneros musicales mexicanos y latinoamericanos. Este nuevo álbum titulado A los cuatro vientos, León dice que está enfocado en los dolores del corazón: «Qué compartimos los seres humanos: el dolor, el amor, la alegría, la risa, la tristeza. Y entonces dije, voy a hacer un disco para los azotados». Hay un lado ranchero y otro norteño, con canciones que hacen un contraste al tema central del dolor. Nada mejor para exorcizar los dolores del tiempo en que vivimos.

 

Rendezvous, de Vico Díaz
No cabe duda que el confinamiento ha tenido un lado positivo para muchos creadores de música. Vico Díaz, bajista de Guadalajara cuyo trabajo ya habíamos reseñado anteriormente en esta sección, nos sigue sorprendiendo con su imaginación desbordante. Esta producción titulada Rendezvous es un encuentro mágico entre el maestro del requinto jarocho, Isidro Nieves y el baterista de jazz Eric Harland, enlazados por la leona (el bajo tradicional del sur de Veracruz) de Díaz. La idea de grabar un álbum, se le ocurrió a Díaz cuando el baterista Eric Harland publica un archivo de loops de batería en Loop Loft. Así lo cuenta Díaz: «Cuando escuché el primer demo de un loop de aproximadamente diez segundos de duración, ¡me voló la cabeza! Era lo que siempre soñé, poder hacer música a su lado cuando yo lo quisiera». El resultado es una de las grabaciones mas sorprendentes y originales.

 


Lucho Pacora Redpem

LUCHO PACORA (Lima)
Sal gruesa, de Ava Rocha & Los Toscos
Como un embrujo de ojos profundos, esta placa, de tan solo dos pistas, conjura los antiguos espíritus afrolatinos de prolíficos espacios sonoros: Brasil y Colombia, a través de la voz y delirios de la cósmica artista Ava Rocha y la psicodelia tropical de Los Toscos, junto a la colaboración del enorme cantautor carioca, Negro Leo. Sal gruesa, que surgió de la iniciativa del productor Benjamin Calais, fue grabado en Bogotá durante el proceso para el Acuerdo de Paz en Colombia, de allí el hálito ritual de estas canciones que poseen una dimensión festiva, política y espiritual.

 

Ritmo, de Santos
Viaje astral por una autopista sonora que resuena como un delay en una cueva, como un eco de la montaña, como un ocaso en Angra dos Reis. Con este disco, el músico y productor argentino Rodrigo Cursach (Dietrich, Corriendo por el Bajo) se posiciona como uno de los artistas más talentosos de su generación, al conjurar en cinco temas una travesía sónica que nunca extravía el groove y se expande en el aire como un canto ritual con bases electrónicas. Con ciertas conexiones a Gustavo Cerati, la reversión de Persiana americana que perpetra Cursach con Paulista posee aquel narcótico sentir, aquella soledad que se baila. Sin duda, uno de los mejores discos de este año surreal.

 

¿Si le doy zoom, puedo ver África?, de Kanaku y El Tigre
«Abre los brazos como un avión, sueña conmigo en el cielo». Vocoder, teclados sintéticos, spoken word, poesía popular, ritmos afroperuanos, guitarras eléctricas. La tercera placa de la banda peruana Kanaku y El Tigre consolida una carrera que, desde sus orígenes, apostó por el riesgo, por experimentar el sonido desde una actitud pop, por hablar de lo cotidiano, por llevarnos a caminar por una ciudad que vive frente al océano. Los once temas que conforman ¿Si le doy zoom, puedo ver África? navegan por olas de vaporwave criollo, de pop contemporáneo, de música tradicional peruana y de amigos: Jorge Drexler, Kevin Johansen, Miki González, Chaska Paucar y Camille Jackson, colaboran en varios temas. Alto en hits musicales.

 


Sobre REDPEM
La Red de Periodistas Musicales en Iberoamérica (REDPEM.IB) tiene como objetivo conectar a los periodistas especializados en música iberoamericana para intercambiar información, generar  contenidos, trabajar en conjunto con otras redes (de productores, promotores, agentes de prensa y festivales), facilitar contactos y compartir miradas sobre la profesión y, fundamentalmente, sobre el tema que apasiona a todos, la música.
Fundada en 2015, REDPEM agrupa hasta la fecha a profesionales de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Brasil, Venezuela, México, Estados Unidos y España y ha participado en distintos mercados y ferias musicales de América Latina (Circulart de Medellín, Colombia; FIMPro de Guadalajara, México y el Festival Jazz Ecuador) realizando talleres, debates y conferencias.