Tras habernos regalado una obra maestra del pop minimal como Kondaira eder hura (2021) y saciarnos la espera por medio del sobresaliente Euskal pop erradikala un año después, Verde Prato retorna con Adoretua, hasta el momento el disco más importante publicado en lo que llevamos en España de 2023.
Qué: Disco (Plan B)
Pero ¿qué razones se esconden tras dicha sentencia? Primeramente, la sensación constante de estar ante algo nuevo durante la escucha del artilugio en cuestión. Expresiones del pop esquelético como Niña soñando o Su pelo reflejan al dedillo dicha realidad, además de ser el primer adentramiento de la guipuzcoana en vocabulario lírico en castellano. Con estas dos puntas de lanza, queda apuntalado el corazón de un disco que, en cierta manera, responde desde la serenidad norteña a la brutalidad avant-garde de la colombiana residente en Berlín Lucrecia Dalt.
Todo en estas siete canciones funciona con precisión milimétrica. Veinticinco minutos rebosantes de magia, en los que afloran todo un crisol de estilo infectados por el intimismo antártico de unos cuerpos instrumentales que invitan constantemente a una sensación central: la hipnosis surgida de la búsqueda continua del silencio. El mismo que se escucha en cada poro ingrávido de Izar Baten Begitazioa, punto final del trabajo, en el cual Verde Prato canta prácticamente a capela en una demostración locuaz de lo que significan las matemáticas del menos es más.
En el resto del metraje, nos encontramos con mutaciones de todo tipo, en las que la manga pastelera utilizada para la ocasión extrae dulce para los oídos de su insinuante perversión del reggaetón, el bolero o, incluso, la música industrial. Todo al servicio de la condición libérrima con la que Verde Prato ha ensamblado un trabajo que muestra sin pudor fotografías encontradas en su álbum de memorias personales. El mismo a través del cual ha guionizado semejante oda a la inspiración sin cadenas.
