(EMI, 1987)
Urgente y retorcido, Ciudad de pobres corazones sella el fin de la inocencia para Fito Páez. En los últimos días de la primavera democrática, el cantautor sensible explota en mil pedazos y saca a relucir malicia, bronca y desesperación en un remolino de sensaciones. Oscuro y deliciosamente punk, el disco también incluye preciosas miniaturas como Ambar violeta o cumbres creativas como Track-track. Nada volverá a ser igual en la vida del rosarino ni tampoco volverá a semejante demostración de honestidad brutal.
FITO PÁEZ: el artista total
Asomó la cabeza entre esa pequeña multitud que se llamó la «Trova rosarina» y que a principios de los 80 desembarcó en Buenos Aires para ponerle música a la transición democrática. Poco tiempo después su enorme talento quedó de manifiesto y pasó de ser el simpático pianista de Juan Carlos Baglietto a convertirse en un solista fundamental que debutó con Del 63 (1984), luego entregó el impresionante Giros (1985), llegó a grabar un disco a medias con Luis Alberto Spinetta –La, la, la (1986)– hasta que una tragedia que incluyó el asesinato en Rosario de las tías que lo habían criado lo obligó a expulsar su furia en Ciudad de pobres corazones. Tercer mundo (1990) aportó el himno Dale alegría a mi corazón, aunque nada podría compararse al éxito rutilante de El amor después del amor (1992), un disco repleto de hits que lo consagraron definitivamente como una estrella popular. Desde entonces divide su tiempo entre sus discos y el cine.
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