(Wea, 1992)
Los dos lados de la misma moneda. Si Ciudad de corazones era su disco maldito, el artista rosarino necesitaba su disco bendito. Iluminado por Cecilia Roth y un presupuesto más abultado, convocó a la primera plana de la canción argentina (Charly García, Mercedes Sosa, Luis Alberto Spinetta, Fabiana Cantilo, Andrés Calamaro, etc.) y diseñó esta constelación alrededor del tartamudeo del enamorado: te vi, te vi, te vi. En el albur del Compact Disc, Páez tocó el techo de casi todo. De duración (una hora de música), de ventas (con más de un millón de copias es uno de los discos más vendidos de Argentina), de convocatoria (once teatros Gran Rex, dos estadios de Vélez), de inspiración (Tumbas de la gloria). Más alto solo el cielo.
FITO PÁEZ: el artista total
Asomó la cabeza entre esa pequeña multitud que se llamó la «Trova rosarina» y que a principios de los 80 desembarcó en Buenos Aires para ponerle música a la transición democrática. Poco tiempo después su enorme talento quedó de manifiesto y pasó de ser el simpático pianista de Juan Carlos Baglietto a convertirse en un solista fundamental que debutó con Del 63 (1984), luego entregó el impresionante Giros (1985), llegó a grabar un disco a medias con Luis Alberto Spinetta –La, la, la (1986)– hasta que una tragedia que incluyó el asesinato en Rosario de las tías que lo habían criado lo obligó a expulsar su furia en Ciudad de pobres corazones. Tercer mundo (1990) aportó el himno Dale alegría a mi corazón, aunque nada podría compararse al éxito rutilante de El amor después del amor (1992), un disco repleto de hits que lo consagraron definitivamente como una estrella popular. Desde entonces divide su tiempo entre sus discos y el cine.
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